sábado, 23 de abril de 2022

NO ESPERE A QUE SE LO REGALEN


Mercadillo madrileño. Fotografía: Mauricio Santos

 

No espere a que se lo regalen, regáleselo usted mismo.


Como hoy es el Día del Libro, y en breve comienza la feria del libro de Málaga, les voy a recomendar a bote pronto algunos títulos:

 Del Atlas a los Apeninos, de la italiana Maria Attanasio, y El Rif, del melillense Mokhtar Mohatar y el granadino José Antonio López, que son los dos últimos libros (ambos de Ediciones Traspiés) que han entrado en casa.

 Dadas las circunstancias (Ed. Jekyll & Jill, 2020), de Paco Inclán, que ya me aguarda en la mesita de noche.

No sabía hacia dónde iba, pero sabía cómo se llegaba.

 Mundos Paralelos (Ediciones del Genal, 2022), de mi amigo Rafa Martín, con prólogo mío.

 Y dos de mis títulos: Neguinha la garimpeira (Barrabes Editorial, 2007)) y Carta desde el Toubkal (Ediciones del Genal, 2015), porque, al fin y al cabo, uno escribe para que lo lean.

¡Feliz Día del Libro!

martes, 19 de abril de 2022

BIBLIOTECA BIZARRA


Biblioteca bizarra & Yanira's flowers. Fotografía: Lucía Rodríguez

Me topé con este libro en Proteo. La librería estaba recién abierta, nueve meses después del devastador incendio que sufrió/sufrimos, y después de hablar con los libreros y recorrer sus plantas, me detuve delante de los anaqueles dedicados a la literatura de viajes. Allí fue donde me encontré con ese mexicano armado hasta los dientes (en realidad, el tipo aquel de la sobrecubierta era un guardaespaldas guatemalteco captado por la cámara de la fotógrafa Jean-Marie Simon en 1981, durante la campaña electoral de Mario Sandoval Alarcón). La imagen, poderosa, actuó como un imán y me llevó a leer la sinopsis de la contraportada y a hojear sus páginas.

BIBLIOTECA BIZARRA reúne seis crónicas literarias y personales sobre la relación de Eduardo Halfon con su entorno, con su país de nacimiento, con el lenguaje, con los libros. Una dialéctica entre el oficio de ser escritor y el oficio de vivir.

 En ellas encontré un relato que llevaba por título Saint-Nazaire, y enseguida aquel libro se convirtió en una necesidad. En aquella ciudad, en la décima planta de un bloque de viviendas junto al puerto, había una residencia para escritores y traductores en la que yo había soñado instalarme una vez. También había una base submarina que edificaron allí los alemanes en 1940. Sobre el techo de esa mole de hormigón corrí con mi hijo Enzo hace doce años, cuando lo llevaba a conocer a Papá Noel a Rovaniemi, en el Círculo Polar Ártico, y nos desviamos momentáneamente de la ruta para visitar la casa de Julio Verne en Nantes y contactar con los encargados de la MEET (Maison des écrivains étrangers et des traducteurs) en Saint-Nazaire, una historia que tengo recogida en No subestimes el poder de Santa Claus y que aguarda el interés de alguna editorial.

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2014/12/sos-navideno.html

 Leído y releído el libro, aún me pregunto por qué Biblioteca bizarra (Editorial Jekyll & Jill, 2018) estaba en la sección de viajes. La única explicación plausible es que se hubieran basado para ello en el nomadismo de su autor, el guatemalteco Eduardo Halfon.

Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971)
Fotografía: Adriana Bianchedi

 El día después de cumplir diez años, y debido al caos político y social que se vivía en su país, la familia Halfon emigró a Estados Unidos, y desde entonces no ha parado de moverse. «No he pasado más de cinco o seis años en una misma casa desde que tenía diez años. Llevo toda mi vida con cajas, mudanzas y maletas. Es mi realidad, incluso ahora que tengo un hijo. Yo estoy trabajando en Nebraska y todos mis libros los tengo en cajas, ni siquiera los he sacado porque sé que en unos años me volveré a mudar», le decía el propio Halfon a Ana Mendoza en una entrevista con motivo de la publicación de Oh gueto mi amor (Páginas de Espuma, 2018). «Soy un desarraigado, pero eso es muy judío también, esa diáspora permanente, el sentido de nomadismo. Nací así, mis abuelos fueron así, me educaron así. No conozco otra realidad, yo no conozco la realidad de estabilidad, de pertenencia».

 Quizás sea esa la razón, pero prefiero pensar que estaba allí para que yo lo viera, para que me fijara en él, lo leyera y les hablara a ustedes de esta maravilla de libro, de este escritor que yo desconocía.

 Es un texto para los que aman los libros, leerlos, poseerlos..., y para todos esos lectores que, finalmente, después de muchas lecturas, sopesan o deciden enfrentarse a la página en blanco. Unos y otros se deleitaran con todas esas bibliotecas que conforman el primer relato, que da título al libro: la biblioteca árida, la biblioteca salvaje, la biblioteca peruana, la biblioteca felina, la biblioteca de cabecera, la biblioteca en llamas, la biblioteca ciega, la biblioteca blanca, la biblioteca sincera, la biblioteca de caoba y la biblioteca mojada. Curiosamente, no aparece ninguna biblioteca bizarra.

Una madrugada, hace algunos años, me llamó mi madre para decirme que durante la noche había muerto una tía abuela, que el entierro sería esa misma tarde, que había dejado una biblioteca personal enorme y no sabían qué hacer con tanto libro. Le ofrecí a mi madre ir a verlos de inmediato y luego darle mi opinión. Me vestí con el entusiasmo que sólo conoce un bibliófilo.

 El segundo relato, Los desechables, nos mete de lleno en un acto literario al que asiste como ponente en Bogotá.

 Quería hablarte antes del evento, Eduardo, me dijo, y yo tomé un trago largo de café, anticipando ya la misma agenda de siempre, las mismas preguntas de siempre. Quería contarte, continuó Andrés, que el público entero de hoy estará compuesto por habitantes de calle. Bajé despacio la taza de café. Son todos del Centro de Autocuidado Óscar Javier Molina para la rehabilitación de drogadictos, dijo. Espero que eso no te moleste. ¿Quieres decir que son indigentes?, le pregunté. Así es, dijo, pero aquí se les llama habitantes de calle. O desechables, susurró Fredy tras dar un sorbo de café. Porque ya no sirven para nada.

 En el tierno Halfon, boy, el autor se dirige a su hijo Leo.

Tú sigues creciendo en el vientre, y yo sigo traduciendo a Williams (se refiere a William Carlos Williams). Pienso en ti mientras trabajo en alguno de sus cuentos o poemas de médicos, quizás porque ahí estás, en las historias que traduzco, en cada uno de esos cuentos o poemas de mujeres embarazadas, de mujeres pariendo, de niños abandonados, de bebés enfermos o moribundos o ya muertos. Ahí están tus pequeñas manos, en las palabras, como sosteniendo las palabras, como moviéndolas conmigo de una lengua a otra. The Birth. El nacimiento. Ese es el título de uno de los poemas de Williams, que en inglés empieza así: «A 40 odd year old Para 10 / Navarra / or Navatta she didn't know.» Pasé semanas perdido en esos primeros tres versos, leyéndolos y releyéndolos, investigándolos, tratando de entender o descifrar su significado. Pero fuiste tú, Leo, desde el vientre, quien finalmente me los descifró. Hace unos días nos llegó por correo postal una hoja médica con los resultados de tus exámenes, y en la parte superior de esa hoja médica descubrimos las palabras «Grávida» y «Para». Son dos términos médicos. Grávida: número de veces que una mujer ha estado embarazada. Para: número de veces que una mujer ha parido. Para 10, entonces, es el término médico que designa a una mujer que ha parido 10 veces. Tú me ayudaste a entender que el arranque del poema de Williams describe a una mujer de alrededor de 40 años que ha parido anteriormente 10 veces, y cuyo apellido era Navarra o Navatta, ella no lo sabía (un poema, como casi todos los poemas y cuentos de Williams, sobre inmigrantes pobres, humildes, ya sin nada, ni siquiera un nombre). Williams, en su autobiografía, confiesa que como escritor había sido un médico, y que como médico había sido escritor. Y yo te veo en las palabras, Leo. Te siento en las palabras. Tú aún no existes, pero en las palabras eres mi hijo.

Halfon, boy, de Eduardo Halfon. Biblioteca bizarra (Jekyll & Jill, 2018)
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Le sigue Saint-Nazaire, donde Halfon nos habla de su estancia en la residencia de escritores, de Anton Chéjov y Alexei Pleshcheev, de Ingmar Bergman y Chopin y de su abuelo polaco por parte paterna, protagonista de otro de sus libros: El boxeador polaco (Pre-Textos, 2008).

 En La memoria infantil, Eduardo Halfon nos cuenta historias de su infancia «a través del prisma nebuloso de la memoria y la ficción».

Mi papá murió ahogado en el mar. Entró nadando y la marea lo abrazó fuerte y no lo dejó salir y mi papá murió ahogado en el mar. Recuerdo cuando me lo contó. Mis pies de niño metidos en las tibias olas del pacífico. Mi mano anclada a la enorme mano de mi papá. Que había muerto de niño, me dijo hacia abajo. Que había muerto a mi misma edad, me dijo hacia abajo. Que un soldado naval norteamericano, me dijo, había entrado al mar y sacado su pequeño cuerpo ya inerte y entonces, sobre la arena negra del Pacífico, le había devuelto la vida. Mi papá no dijo más. Cerca de nosotros, un viejo indígena pescaba con un hilo invisible, metido hasta la cintura en ese mar eterno, celeste y cruel. Lo recuerdo allí, perfectamente equilibrado, su torso moreno, lanzando y jalando un hilo invisible. Hoy, mi papá afirma que ese día no había ningún pescador indígena. Pero yo lo recuerdo, o quiero recordarlo, o fabrico ese recuerdo para también equilibrar algo más. Acaso la historia. Acaso la efímera y profunda desolación de un niño huérfano.

 Y cierra el volumen Mejor no andar hablando demasiado, donde nos habla de su fortuita entrada al mundo literario, de escritores guatemaltecos que murieron en el exilio y de por qué él también tuvo que salir del país.

[...] Pero en Guatemala, como en otros países de Latinoamérica, la carrera es doble: Letras y Filosofía. Si uno quiere estudiar una, debe también estudiar la otra. Y eso hice. Y en pocas semanas caí enamorado de la literatura, de los libros, de la ficción. Y en menos de un año había renunciado a mi trabajo como ingeniero y estaba viviendo de mis ahorros y leyendo ficción a tiempo completo, un libro al día, como una especie de junkie de la literatura.

 Después de leer Biblioteca bizarra, uno se queda con ganas de más, así que me hice con Saturno, el debut literario de Eduardo Halfon.

SUS CARTAS, PADRE,  me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio, ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida. Y siempre, sin falta, hallaba un papel doblado en tres. Un solo papel con el membrete de su empresa. Mal doblado, por prisa, supongo. Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo. Yo lo dejaba allí, casi olvidado a la par de mis pies, pues lo que realmente me interesaba no era su dinero, padre, sino sus palabras. Ingenuo, buscaba sus palabras. Y en medio del papel, escrito en tinta negra, encontraba yo siempre lo mismo: su  nombre. Nada más. Sólo su nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre.
 Quizás por eso escribo, o mejor dicho, quizás por eso necesito escribir.

 Exquisitamente encuadernado, con esa faja a juego que le da aires de esquela, Saturno (Jekyll & Jill, 2017) es una nouvelle en forma de epístola a un padre muerto; un padre que en vida fue un hombre seco, severo, tiránico y despótico que ejerció un peso castrador sobre su hijo, ese hijo narrador que escribe con rencor y amargura y que, trastornado, salpica su monólogo con los ecos lejanos de ilustres literatos suicidas que escucharon voces, las mismas que él ya ha empezado a oír y que aguardan pacientemente a que actúe y cruce ese simbólico portal de entrada al más allá.

 Al enterarse de la muerte de su discípulo y compatriota Mishima, el Premio Nobel de Literatura Yasunari Kawabata dijo que, para tal acontecimiento, el rezo y la meditación silenciosa eran la única respuesta apropiada. Dos años antes, frente a la Academia Sueca, había proclamado: «Por más alejado del mundo que uno pueda estar, el suicidio no es una forma de iluminación. Por muy admirable que sea, el suicida está lejos del reino de la santidad».
 [...] Oriundo de Osaka, Yasunari Kawabata perdió a su padre cuando tenía dos años de edad. Describiría a sus personajes desolados, melancólicos, siempre alienados del mundo exterior. Dijo que sus obras estaban inspiradas en la poesía haikú y las escrituras budistas.
 Quince meses después de la muerte de Mishima, Yasunari Kawabata llevaba casi una década sin escribir. Estaba viejo y enfermo. Una tarde le dijo a su esposa, Hideko, que volvería enseguida. Al anochecer, preocupada, ella mandó una sirvienta a buscarlo al estudio que él mantenía en un pueblo vecino. Descubrieron el cadáver de Kawabata echado en el suelo, en la entrada del baño. Una manguera de gas en su boca. Aunque él solía vestirse con el tradicional kimono japonés, decidió suicidarse en traje y corbata.

 Al terminar la lectura, uno se interroga sobre si la obra es ficción, no ficción o autoficción. Sabes que el personaje es un escritor de origen judío, como el autor, y te preocupas por la salud mental del mismo (¿Habrá escuchado a los pájaros cantar en griego?, ¿estará listo para medir el abismo?), pero tras releer Biblioteca bizarra llegas a la conclusión de que Eduardo Halfon es el rey de la autoficción. Si esta obra, originalmente publicada en 2003 (la de Jekyll & Jill es una nueva edición, una iniciativa conjunta con la editorial Sophos de Guatemala), fuese de no ficción, Eduardo ya tendría que estar muerto y no publicando libros y recogiendo premios un año tras otro. Por otra parte, hay un dato que aparece en Biblioteca Bizarra y que es fundamental: Halfon estudió ingeniería industrial en la Universidad de Carolina del Norte (aunque luego también estudiará Filosofía y Letras en Guatemala), y el padre de Saturno se burlaba del trabajo literario del hijo, pues lo que él habría querido es un vástago abogado o ingeniero. Y el dato definitivo lo encontré en alguna de las páginas que leí sobre el autor: su padre está vivo, no como el de Saturno que está muerto y bien muerto.

 Aparece en esta edición numerada de Saturno la sobrina nieta de James Fenimore Cooper, el autor de El último mohicano. Se llamaba Constance Fenimore Woolson, y también escribía. Sola, desolada, enferma y deprimida, se suicidó tirándose por la ventana de su apartamento en Venecia. Tenía cuarenta y tres años.

Constance Fenimore Woolson

 Poco antes de morir, Woolson dejó escrita esta bella reflexión que, como muchos de ustedes, suscribo:

«Me gustará convertirme en un pico cuando muera, ser una bella montaña púrpura, que guste por siglos a los ojos cansados y tristes de seres humanos.»

 Por último, les dejo aquí el enlace a otra entrada de este blog en la que hablo de ciertos y tristes hechos acaecidos en Guatemala.

Juicio Sepur Zarco. Fotografía: Sandra Sebastián

https://cartadesdeeltoubkal.blogspot.com/2016/03/sepur-zarco.html


lunes, 21 de marzo de 2022

MUNDOS PARALELOS


Mundos paralelos, de Rafael Martín (Ediciones del Genal, 2022)
Fotografía: Mª Luisa Baena

El tiempo que estuvimos confinados durante la primera ola de coronavirus fue fructífero para muchos. Unos se enfrentaron a sí mismos y ordenaron su casa siguiendo el método Marie Kondo, otros hicieron lo mismo con los discos duros portátiles que tenían junto al ordenador; los hubo que terminaron aquel trabajo de bricolaje que parecía eterno, o sacaron el caballete, el lienzo y los óleos que les habían regalado por Navidades y se pusieron a pintar; los índices de lectura subieron a cotas nunca vistas y unos pocos se pusieron a la ardua tarea de escribir un libro. Ese fue el caso de mi amigo Rafa Martín que, tras desempolvar el álbum de fotos de sus viajes, y animado por su pareja, se puso a ponerle texto a las imágenes. Y no un texto cualquiera con una fecha y un par de nombres y lugares. No. Para llevar el reto creativo a su máxima expresión, decidió escribir un relato para cada una de aquellas fotografías.

 Y luego, cuando puso el punto y final, me mandó un correo para pedirme que le escribiera el prólogo y lo asesorara de cara a la publicación del manuscrito, algo que acepté encantado pues, además de compartir el gusto por la montaña, los viajes y la aventura, somos amigos desde nuestra etapa de atletas.

Prólogo Mundos paralelos

Decía Sylvain Tesson, que los hombres soñaban con aventuras recién vueltos a casa, pero añoraban a Penélope en cuanto se hacían a la mar; y que ese vacilar, entre estar en casa o fuera de ella, nos condenaba a no estar nunca contentos. Analizo el pensamiento del francés, y termino por pensar que es más una licencia poética que una realidad. Por lo menos a mí, nunca me ocurrió. Por supuesto que uno experimenta la pena de no poder compartir el viaje con los seres queridos, pero no por ello uno desea regresar a casa. El deseo de vagar es mucho más fuerte que eso. Está por encima de todo.

 Quizá para compensar ese abandono, esa huida del hogar en pos de la aventura, es por lo que uno escribe libros de viajes. Para que los que quedaron en casa viajen contigo de alguna manera. Y eso es lo que ha hecho Rafael Martín al compartir con todos nosotros estos mundos paralelos.

 Este libro reúne veintidós fogonazos, pequeñas piezas que transcurren, como aquel título de Paul Bowles, muy lejos de casa, y que definen la manera de ser y de viajar del autor. Sus relatos se desarrollan a lo largo del mundo, y vienen acompañados o ilustrados por otras tantas fotografías del propio autor.

 Adentrarnos en las páginas de Mundos paralelos nos convierte en polizones. Clandestinamente, acompañamos a Rafael Martín por los lugares más singulares del mundo: el Amazonas, los Andes, la sabana africana, el alto Atlas y el desierto marroquí...

 Además de exatleta de relumbrón –internacional en marcha–, Rafael Martín es montañero, de ahí que algunos de los escenarios de sus relatos sean cumbres heladas barridas por el viento: la del Khan Tengri en la cordillera del Tien Shan en Kazajistán, la del Huascarán en la Cordillera blanca en Perú, o la del Kilimanjaro en Tanzania.

 Perú, Turquía, Irán, Israel, Jordania, Kazajistán, Marruecos, Tanzania, Uganda o Togo son destinos que nos aguardan.

 En sus historias, resueltas siempre con un toque ingenioso y peculiar, marca de la casa, el elemento humano tiene una importancia capital. Es en la gente y su modo de vivir, en su cultura y su mentalidad, en donde pone Rafael Martín el foco, pues es esa diversidad, esa diferencia, la que hace que tenga sentido desplazarse de un lugar a otro cuando el paisaje por sí mismo no es suficiente.

 De entre todos esos hombres, mujeres y niños que asoman por estas páginas, quiero destacar uno: el misionero salesiano Antonio César Fernández, asesinado por los yihadistas en Burkina Faso en febrero de 2019, a quien el autor rinde homenaje en un emotivo relato.

 A los que ya estuvimos en algunos de estos lugares, estos textos y este álbum de fotografías nos reportan el placer de recordar momentos del pasado, pero también la melancolía de los tiempos que no volverán. La vida es breve, los años nos van cayendo encima y aún nos quedan demasiados países por visitar; así que, sin más demora, les invito a acomodarse con el libro entre las manos. Viajar nunca fue tan fácil. Bienvenidos a estos mundos paralelos.

Pedro Delgado Fernández

 Mundos paralelos (Ediciones del Genal, 2022) es ya una realidad en los anaqueles de las librerías, donde aguarda viajar a los salones, las terrazas o los dormitorios de los lectores.

 Para saber más sobre su autor pueden ver la entrevista que le hizo Paco Peramos en el programa 101TV Antequera con motivo de la publicación.

Nota: Pueden adquirir el libro en la librería Proteo de Málaga o en su librería habitual bajo pedido al distribuidor.

https://www.libreriaproteo.com/libro/ver/3205754-mundos-paralelos.html

https://www.todostuslibros.com/libros/mundos-paralelos_978-84-18896-47-7


martes, 8 de marzo de 2022

CUATRO LIBROS DE VIAJES EN FEMENINO

En el Día de la Mujer quiero poner el foco en una de las colecciones de libros de viajes de Ediciones Menguantes. Son cuatro títulos escritos por mujeres y editados en un formato óptimo para llevar en el bolsillo.

 Se trata de Blu Palinuro, de la gallega Isabel Parreño; Tres formas de atravesar un río, de la argentina Agustina Atrio; La pureza, de la leonesa Ruth Miguel Franco y El año que no viajé a Buenos Aires, de la tinerfeña Saray Encinoso Brito, del que ya escribí una reseña en este blog.


 El primero de estos títulos aún se puede encontrar en la mesa de novedades de las librerías; por los otros quizás tengan que preguntar al librero, pedir que se los busquen en los anaqueles o que se los pidan al distribuidor. Si agarran uno de ellos, si lo sujetan entre las manos y acarician sus guardas, seguro que se lo llevan para casa, pues tienen un diseño bello e irresistible.

 Aquí les dejo los booktrailer de cada uno de ellos. Toda una tentación.





que-no-viaje-buenos-aires 

Viajen, lean y no se olviden de que las mujeres también escriben.

sábado, 5 de marzo de 2022

TRES NOVELAS GRÁFICAS PARA CELEBRAR EL DÍA DEL CÓMIC


5 de marzo: Día del Cómic

Este 5 de marzo de 2022 se celebra por primera vez el Día del Cómic, y desde mi blog quiero unirme a la celebración y festejar el arte de las viñetas. La fecha se ha escogido por ser cuando comenzó a publicarse en España, allá por 1917, la revista de historietas TBO, de la que aún conservo algunos ejemplares de los setenta.

 Yo he mamado tebeos desde crío, una afición que debo a mi padre y que he transmitido a mis hijos. Hubo una época en la que los llamaba tebeos, en otra, cómics, y ahora, cuando las cubiertas son duras, novelas gráficas. La verdad es que da igual cómo los llamemos. Lo importante es que los leamos y formen parte de nuestras vidas. Por eso quiero haceros tres propuestas para este día tan especial. Las dos primeras ya han sido reseñadas en este blog, y de la tercera espero darles cuenta pronto.

capa-estrella-fugaz
Editorial Blume

corredores-aereos
Ediciones La cúpula

En los bosques de Siberia
Editorial Harper Collins

 Junto a las recomendaciones, un brindis por el noveno arte.


miércoles, 16 de febrero de 2022

CORREDORES AÉREOS, O DE CÓMO APRENDER A NO MIRAR ATRÁS


Corredores aéreos (Ediciones La Cúpula)
Fotografía: Pedro Delgado

Corredores aéreos (Ediciones La Cúpula, 2020) toma su título de los raíles invisibles por los que se desplazan los aviones que sobrevuelan el macizo del Jura, la pequeña cadena montañosa salpicada de pueblos con encanto que discurre entre Francia y Suiza. Hasta allí llega Yvan desde París con exceso de equipaje: decenas de cajas en las que ha empaquetado su vida y, junto a ellas, su ansiedad, su insomnio, su tristeza y su vergüenza.

 El protagonista de esta novela gráfica acaba de cumplir 50 años, y se siente más descolocado que nunca: en el último año ha perdido el trabajo, a su madre y a su padre y, por si todo esto fuera poco, su mujer, que está trabajando en otro país lejos de Francia, no parece estar segura de sus sentimientos, un paréntesis quizás antes de dejarlo. Demasiado para cualquier hombre a esa edad en la que uno empieza a confrontar que es mortal.

 Yvan lo vive todo como un fracaso. Lo estable, lo permanente, ha desaparecido de golpe, y se encuentra al borde del vacío. Desubicado, sin un propósito o una tarea que le haga levantarse todas las mañanas de la cama, y sin querer ser una carga para sus hijos, que ya volaron de casa y viven en el extranjero, encuentra respaldo en dos viejos amigos, Thierry y Sandra, que le dejan las llaves de su casa de vacaciones cerca de la frontera con Suiza, en ese relieve constituido durante el Jurásico. En ese refugio, rodeado de un manto de nieve que podría acentuar su desolación pero que Yvan ve «como un velo blanco sobre el mundo real y sus problemas», deberá lidiar con el duelo y la incertidumbre.

Primeras páginas de Corredores aéreos (Ediciones La Cúpula)

Primeras páginas de Corredores aéreos (Ediciones La Cúpula)

 Magistral el trabajo de los tres autores del libro, amigos desde su época de estudiantes en la universidad de Rennes, esos dibujos naturalistas de Étienne Davodeau a los que Joub aplica el color, ese curioso inventario a base de fotografías de Christophe Hermenier y esos diálogos y silencios firmados por todos que nos muestran como Yvan va evolucionando del shock inicial a la resignación, pasando entre medias por episodios de agresividad y depresión.

Detalle pág. 15 de Corredores aéreos (Ediciones La Cúpula)

 A pesar de ser una historia de ficción, hay mucho de realidad en este cómic; pues gracias al prólogo sabemos que Christophe Hermenier también perdió el trabajo y a sus padres al acercarse a su cincuentena, y que entonces empezó a fotografiar los pequeños objetos que habían formado parte de la vida cotidiana de su familia antes de poner a la venta la casa de sus padres. Esos objetos, esas fotografías que ocupan diez páginas del libro, interpelan al lector, que sabe que también podría inventariar así las cosas que acumulan sus padres en casa, piezas que tienen un inmenso valor sentimental y que constituyen una pequeña historia ordinaria de su familia.

Pág. 54 y 55 de Corredores aéreos, con fotografías de Christophe Hermenier
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Tras cinco décadas de vida, como Hermenier, Yvan tendrá que aprender a dejar de mirar atrás, el pasado como un lastre para encarar el futuro, y comprender que la vida no es más que una tragicomedia, que un día ríes y otro lloras. Que la vida es vivir.

 Creo en el poder reparador y terapéutico de los libros, y estoy seguro de que esta novela gráfica, editada con un gusto exquisito por La Cúpula, será un magnífico refugio para todo el que frise la cincuentena (aunque no haga falta una edad concreta para disfrutarla).

Pág. 12 de Corredores aéreos, de Étienne Davodeau, Hermenier y Joub
Ediciones La Cúpula, 2020

 No les ocultaré que yo también sufrí la crisis de los 50. Es más, mi crisis comenzó un año antes, al tomar conciencia de la edad a la que me aproximaba a velocidad de crucero. Me dio por pensar que la vida es corta, que cualquier enfermedad podía acortarla más, y que aún me quedaban muchos países que visitar, así que lo primero que hice fue viajar a aquellos destinos que tenía postergados, asignaturas pendientes que respondían al nombre de Irán, Albania o el Sudeste asiático (Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam). En los dos primeros países incluso ascendí a sus montañas más altas: el Damavand (5.671 mt) y el Korab (2.764 mt).

Pedro Delgado, a sus 50 años, en el refugio del Damavand 
23 de julio de 2016, Irán

 Aquella toma de conciencia de haber sobrepasado ya la mitad de mi vida, fue un acicate para no dejar aquellas aventuras para más adelante. Luego, el paso del tiempo, acentuado por la introspección que trajo consigo la pandemia, me hizo ver que el 50 aniversario no es el final de nada, sino un hito más del camino. Un punto en el que sopesar lo alcanzado, valorar esperanzas y frustraciones y repensar el propósito de nuestra vida para continuar o desviar el rumbo. Por supuesto que es una putada cumplir años –el día 27 de este mes cumpliré 56 años, y si lo celebro es por no faltar al respeto a los amigos que se fueron antes de tiempo–, pero no queda otra si queremos seguir con vida. Eso sí, prefiero no pensar en la vejez, en cuando cumpla 76 o 86 años. No creo que haya muchas cosas de envejecer que de verdad sean buenas, así que imagino que será mejor tomárnoslo con humor. No echarle cuentas a la edad, y vivir el presente sin pensar en el futuro.



CORREDORES AÉREOS

Értienne Davodeau, Christophe Hermenier y Joub

Ediciones La Cúpula, 2020


sábado, 22 de enero de 2022

VIAJEROS. DE JONATHAN SWIFT A ALAN HOLLINGHURST (1726-2017)


Viajeros. De Jonathan Swift a Alan Hollinghurst (1726-2017). Marta Salís, ed.
Alba Editorial. Fotografía: Lucía Rodríguez

Hay un libro que me acompañó durante todo el año pasado y del que no quiero quedarme sin hablarles. Se trata de Viajeros. De Jonathan Swift a Alan Hollinghurst (1726-2017), de la editorial Alba. Sesenta y seis relatos viajeros, seleccionados por la profesora y traductora Marta Salís de entre los grandes nombres de la literatura universal, reunidos en un solo tomo. Un volumen que no tiene desperdicio y que viene una vez más a contradecir esa absurdez de que el relato es un género menor, cuando tiene tanta o más fuerza que la novela.

 Con este libro he sentido también el poder de la literatura de viajes. Mientras mi ser físico leía en el sofá del salón, en el banco del porche, en la cama, e incluso en algún que otro tren, mi ser mental transitaba desiertos, selvas o mares tempestuosos.

Leyendo Viajeros (Alba Editorial) en el tren
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Cada una de las sesenta y seis narraciones, con estilos, escenarios y personajes diferentes, vienen acompañadas de una breve semblanza del autor y una explicación acerca del relato y el por qué de su elección. Lo cual me parece todo un acierto.

Somerset Maugham (1874-1965)

 Con la salvedad de los cuentos de Somerset Maugham, Jane Bowles y Clarice Lispector, no he leído estos cuentos a saltos, como suele hacerse con las antologías, yendo hacia atrás y hacia adelante en función de la sonoridad de un título o el renombre de un autor, pues el orden tiene su importancia en este volumen, ya que, como nos explica Marta Salís en el interesante texto de presentación, los relatos «se ofrecen ordenados cronológicamente a partir de la fecha de publicación, lo que permite trazar una especie de línea evolutiva en el tratamiento y la consideración del viaje como tema».

Hay muchos tipos de viajes -de conquista, de exploración, de turismo, de peregrinación, de trabajo, de guerra, de huida-, tantos como tipos de viajeros –entusiastas, indolentes, asombrados, circunspectos, soñadores, obligados–, y en ellos no es extraño que asomen motivos contradictorios. () Los motivos y propósitos que impulsan al viajero son muy diversos, y en esta antología parece enumerarlos, con una fórmula de cuento popular, Grace James en «La Mujer de Hielo»: «Érase una vez un anciano y un muchacho que se marcharon juntos de su pueblo para viajar a una lejana provincia. Si lo hicieron por placer o por trabajo, por motivos económicos, por asuntos de dinero, de amor o de guerra, o por alguna firme promesa, grande o pequeña, ya no lo sabemos».
De la Presentación de Marta Salís

 Algunos cuentos tienen un final redondo, y otros abrupto, como si el autor se hubiese olvidado de rematarlo y tuviésemos nosotros que encargarnos de esa tarea. Unos son breves, y otros largos, con una extensión que abarca desde la media página de La partida, de Franz Kafka, a las cuarenta de Bola de Sebo, de Maupassant.

 Entre los sesenta y seis escritores que ha seleccionado Marta Salís no faltan los clásicos del relato, como Rudyard Kipling, Jack London, Joseph Conrad, W. Somerset Maugham, O. Henry, Amelia Edwards, Edith Wharton, Guy de Maupassant, Horacio Quiroga, Juan Rulfo, Antón P. Chéjov, Isaak E. Bábel, Iván A. Bunin, H. P. Lovecraft, Ray Bradbury o los Bowles.

Los Bowles: Jane y Paul

 De mi admirado Paul Bowles, Marta Salís ha escogido esa obra maestra que es Un episodio distante (la dicha habría sido completa si Marta hubiese añadido El renegado, de Albert Camus, el motivo es largo de explicar y será mejor dejarlo para otra entrada).

 Cuando entraron por las puertas del pueblo, el habitual enjambre de rapaces se levantó y corrió en medio de la polvareda dando gritos al lado del autobús. El profesor se quitó los anteojos de sol, se los guardó en el bolsillo; y en cuanto el autobús se detuvo saltó a tierra para abrirse paso entre los niños que, indignados, trataban de agarrar su equipaje, y se dirigió deprisa al Grand Hotel Saharien.
Un episodio distante. Paul Bowles

 Ya que este es un blog en el que Marruecos tiene su importancia, les diré que Viajeros contiene otro relato ambientado en el país vecino. Se trata de Vuelta a casa, de la escritora y profesora marroquí Laila Lalami.

Laila Lalami. Fotografía: Jesse Dittmar

 Sus páginas tratan el tema de la emigración, y plasman a la perfección el choque del regreso y las diferentes perspectivas de unos y otros: los que se fueron (Azib, que lleva cinco años trabajando en Madrid y vuelve de visita a Casablanca), y los que se quedaron en Marruecos (su madre y Zohra, su mujer).

 La madre de Zohra, que vivía al final de la calle, también se había pasado a verlo; estuvo sentada en silencio escuchando las conversaciones, hasta que por fin preguntó:
 –¿Por qué estas trabajando allí si tu mujer está aquí? –Chasqueó la lengua en un gesto de reprobación.
 Azib miró a Zohra. Quería hablar de eso con ella, pero todavía no habían podido tener un momento a solas. Carraspeó y volvió a llenar la taza de su suegra.
Vuelta a casa. Laila Lalami

 Tampoco faltan escritores españoles en el volumen, representados por Leopoldo Alas «Clarín», Emilia Pardo Bazán, Miguel de Unamuno y Ramón María del Valle Inclán, siendo el relato de Emilia Pardo Bazán, De polizón, el que más me ha gustado de los cuatro.

 En definitiva, este es un libro que nos invita a la escapada, a cruzar fronteras y vivir aventuras, como ya nos anticipa la portada en la que una mujer mira el paisaje por la ventanilla de un tren.

https://www.1stdibs.com/en-gb/art/prints-works-on-paper

 La imagen pertenece a un antiguo cartel publicitario de la compañía Intourist, obra de Nikolai N. Zhukov. «De Shepetovka a Bakú en 55 horas. La ruta más corta, barata y cómoda entre Irán, Persia y Europa occidental vía la U.R.S.S.», rezaba la publicidad en 1937. A la mujer he creído verla en otro cartel, el que anunciaba Photo España 2020. La joven sigue mirando por la ventanilla (en realidad en la fotografía mira por la ventana de un edificio), pero ahora se ha girado y no fija sus ojos en los oleoductos que atraviesa el tren, sino en nosotros.

Steve Hiett. Cecilia Changellor, 1996
@Steve Hiett. Colección Carla Sozzani

 Y esa mirada, dulce y serena, se convierte en toda una invitación para abrir el libro y partir. Para viajar a través de sus 892 páginas.

«¡Feliz quien como Ulises ha hecho un largo viaje!»
Joachim du Bellay


viernes, 14 de enero de 2022

EL VIAJE DEL ESCRITOR


El viaje del escritor, de Christopher Vogler
Ma non troppo - Redbook Ediciones 

 

Algunas personas lo han usado incluso como una suerte de guía de viaje, donde se predicen los altibajos inevitables en la realización de cualquier viaje geográfico o físico.
Del prefacio de El viaje del escritor

 

Les invito a leer el artículo que he escrito sobre este libro en mi otro blog: Calle 1.

https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2022/01/propositos-de-ano-nuevo-escribir-un.html


domingo, 2 de enero de 2022

QUERIDOS REYES MAGOS: QUIERO UNA MALETA LLENA DE LIBROS


Una maleta llena de libros para viajar bien lejos
Fotografía: Lucía Rodríguez


«Llegado a cierta edad, uno no debe ir a ninguna parte de la que no pueda volver andando».
Pío Baroja


Ante el cariz que está tomando la cosa, con la nueva cepa de COVID-19 campando a sus anchas por el mundo, creo que el mejor regalo que le podemos pedir este año a sus majestades los Reyes Magos de Oriente es una maleta llena de libros que nos lleven bien lejos, que nos permitan viajar desde casa sin temor a las restricciones o a contraer el virus y verte intubado en la cama de un hospital.

 Por si ustedes son de los que se dejan aconsejar, aquí les dejo mi propuesta. De algunos de estos libros ya les hablé en este blog el año pasado, y de los otros espero poder hablarles a lo largo de este 2022 para el que les deseo la mejor de las suertes.

vale-un-potosi