jueves, 28 de diciembre de 2023

LA PAGA DEL SOLDADO


La paga del soldado, de Antonio Hernández Palacios
Fotografía: Pedro Delgado

Mi suegro tenía las paredes de su casa llenas de fotografías familiares, sobre todo de sus hijos y sus nietos. Entre todas aquellas instantáneas, la que más atraía mi atención, quizás por ser un rostro desconocido para mí, era la de aquel soldado uniformado que, sentado en actitud relajada, parecía cruzar su mirada con la mía. Un retrato de cuerpo entero en blanco y negro que actuaba sobre mí como un imán.

 Una vez le pregunté a Enrique por aquel hombre, y me dijo que era un pariente suyo que había luchado en la Guerra de Marruecos, más, como suele ocurrir cuando uno no los anota, olvidé los detalles.

 Tal vez por ello, pensaba continuamente en ese militar al leer La paga del soldado (Ponent Mon, 2018), de Antonio Hernández Palacios.

La paga del soldado, de Hernández Palacios
Editorial Ponent Mon

 La Guerra de Marruecos tuvo tales características y tal dimensión, que uno no llega a comprender que permanezca tan olvidada. No me cabe duda de que de haber sido ingleses o estadounidenses los que se enfrentaron a los rifeños, se habrían escrito más libros y rodado más películas sobre esas campañas.

Antonio Hernández Palacios en el estudio de su casa
Años 70, archivo fotográfico de la familia del autor

 La paga del soldado recrea la campaña de 1909 en cinco historietas, con dibujo y guión a cargo de uno de los grandes del cómic que hemos tenido en España: Antonio Hernández Palacios (Madrid, España, 1921-2000), autor de obras tan destacadas como Manos Kelly, Mc Coy o El Cid.

 Y por si no bastara con ello, ni con el exquisito mimo con el que está editada la obra (basta ver las guardas impresas con el mapa del Protectorado Español en Marruecos y el croquis del teatro de operaciones en Melilla del Cuerpo del Estado Mayor), la editorial Ponent Mon ha tenido el acierto de arropar las viñetas y los guiones de Hernández con una serie de dosieres históricos, intercalados entre cada historia, que enriquecen tremendamente la lectura. A cargo de ellos, los historiadores José Manuel Guerrero Acosta y César Labarta Rodríguez-Maribona, y para complementar sus aportaciones, se incluyen fotografías, cuadros, mapas y portadas de revistas de la época que tienen un inmenso valor histórico.

Hernández Palacios realizó veinte planchas que conforman cinco episodios basados en hechos reales de la campaña militar de Marruecos que se desarrollaron entre julio y diciembre de 1909. Estos acontecimientos se desencadenaron prácticamente nada más iniciarse el establecimiento del llamado Protectorado Español en la zona norte de Marruecos, que estaba formado por las regiones del Rif, el Kert y la Yelaba. Esta zona fue asignada a España en la conferencia internacional de Algeciras de 1904, donde se repartió un país con un amplio territorio prácticamente desatendido por la autoridad del Sultán. La zona norte era la más atrasada y agreste y estaba poblada en gran parte por diferentes tribus –denominadas cabilas– de origen berebere, muy opuestas a cualquier forma de autoridad, incluida la del propio sultán marroquí, que era en nombre de quien iba a actuar la administración española.
 La campaña de 1909 fue una guerra impopular, que llegaba al iniciarse un nuevo siglo, para sumarse al largo rosario de conflictos del siglo anterior: el final del imperio de ultramar, las guerras civiles carlistas, la guerra y pérdida de Cuba y Filipinas. Un ataque de los rifeños a los obreros que construían un ferrocarril minero cerca de Melilla provocó el primer encontronazo con la escasa guarnición militar de la plaza. El gobierno acudió en el mes de junio a la movilización de reservistas para reforzar el ejército, hombres que ya habían finalizado su servicio militar obligatorio, lo que provocó manifestaciones de las familias de los soldados y desembocó en graves desórdenes de orden público en varias ciudades, los más graves en Barcelona.
 Mientras tanto, se enviaron tropas a ocupar distintas posiciones en el extrarradio de la ciudad de Melilla, lo que causó la insurrección generalizada de todas las cabilas de la zona.

Blocao construido por las tropas españolas
Campaña de Marruecos 1909

***
El soldado español del ejército regular que reflejó Palacios en sus historietas llegaba a Marruecos con poca motivación y escasa moral de combate. Procedentes mayoritariamente del mundo rural y del proletariado de las ciudades, muchos dejaban atrás a familias con graves problemas de subsistencia. El injusto sistema de la «redención en metálico», que permitía eludir la guerra a quien podía pagar la fuerte suma de dinero necesaria (2.000 pesetas de la época), era un motivo más de desánimo. La presión social, las críticas desde sectores de la política y desde dentro del propio ejército derogaron el sistema de redención en 1912, aunque se estableció el del soldado de cuota, que, en la práctica, era casi lo mismo. La ley de reclutamiento de 1921 declaró el servicio militar universal sin excepciones, aunque continuó habiendo formas de eludir la incorporación a filas mediante influencias y corruptelas, de manera que siguieron siendo las clases populares las que constituían el grueso de la recluta.

Evacuación de un herido. Campaña de Marruecos de 1909

En cuanto al enemigo, los guerreros rifeños que componían las harkas que se enfrentaban a los españoles, cabe decir que eran unos hombres duros, acostumbrados a una vida de privaciones y guerras contra sus vecinos para sobrevivir. Conocían perfectamente el terreno en que combatían, recorrían grandes distancias rápidamente y sabían moverse con sigilo aprovechando chumberas, piedras y matas para emboscarse bajo sus chilabas de colores pardos. Solo necesitaban una magra ración de alimentos al día y apenas agua. Su más apreciado tesoro era su arma, «la fusila», que disparaban con precisión letal. Era un enemigo imponente, al que los españoles solo podían vencer con la superioridad numérica y de fuego, más una maniobra flexible, enérgica y adaptada al terreno. Cualquier titubeo o retirada en precario eran aprovechados para causar elevados números de bajas y solían rematar a los heridos con puñales o armas blancas.

 La paga del soldado apareció por primera vez en la revista juvenil Trinca en el año 1972, y lo hizo en forma de episodios independientes en los números 41, 46, 48, 50 y 60.

Revista juvenil Trinca

 Su autor, quizás porque lo vivió en carne propia –con apenas dieciocho años sirvió en el Ejército Popular de la República, y ya en la posguerra fue uno de los tantos ex republicanos que se alistaron como voluntarios en la División Azul–, siempre mostró predilección por el combatiente abnegado sobre el que recae el peso de la batalla y el sufrimiento de la guerra, de ahí que siempre buscara dar voz a esos protagonistas anónimos de la historia o a esas héroes sencillos que, como el cabo Luis Noval Ferrao, acabarían por tener un monumento dedicado a su memoria en la Plaza de Oriente, frente al Palacio Real de Madrid.

Monumento al cabo Luis Noval Ferrao
Escultor: Mariano Benlliure
Plaza de Oriente de Madrid
Fotografía: Asqueladd

 Además, Hernández Palacios retrata los episodios valiéndose de una ingente documentación, lo que le da un marchamo de autenticidad a los hechos que retrata, sin entrar en ningún momento a juzgarlos.

 Una de esas acciones bélicas que retrata es la del combate de Taxdirt, ya al final de la campaña, cuando un escuadrón del Regimiento de Cazadores de Caballería Alfonso XII evitó una tragedia a la infantería que se replegaba. Un episodio que comparto aquí con los lectores para que aprecien la maestría artística de Palacios, su uso del color y de los volúmenes, así como su original técnica narrativa, donde el dibujo sobrepasa el mero espacio de la viñeta para invadir los márgenes contiguos.

La paga del soldado, de Antonio Hernández Palacios
Editorial Ponent Mon

La paga del soldado, de Antonio Hernández Palacios
Editorial Ponent Mon

 Ni qué decir que, acabada la lectura, la fotografía de aquel familiar siguió en mi cabeza, un retrato que, creo no lo he dicho antes, conservamos ahora en casa. Intrigado por saber si aquel soldado combatió en aquella campaña, o si fue en Annual u otra, le insistí a Lucía para que preguntara por aquel hombre a su familia paterna. Y como supongo que ustedes también estarán intrigados, les anoto aquí el resultado de sus indagaciones: El hombre de la foto es, nada más y nada menos, que su abuelo, Antonio Rodríguez Gálvez, el padre de mi suegro Enrique. Efectivamente, fue a la Guerra de Marruecos, pero no saben en qué año, y el uniforme que viste pertenece al regimiento de infantería nº 17.

 A la vuelta de Melilla, Antonio Rodríguez Gálvez entró a trabajar de encargado en las bodegas de vino 'los Ruiz' en Campanillas, donde seguramente brindaría por lo afortunado que fue, pues fueron muchísimos los que no regresaron.

Nota: Esta reseña está dedicada a Amiram Reuveni (1951-2023), fundador y director de la editorial Ponent Mon, que falleció el 20 de mayo de este año. Descanse en paz.

domingo, 17 de diciembre de 2023

GILGAMESH. MÁS ALLÁ DEL CONFÍN DEL MUNDO


Gilgamesh, de Annamaria Gozzi y Andrea Antinori (Ediciones Siruela)
Fotografía: Pedro Delgado
 Observábamos tan atentamente la Vía Láctea que cada estrella se convertía en cien, y cada una de las cien en otras tantas. Entonces nos hacíamos las eternas preguntas desde que el hombre se puso en pie en algún lugar de África, quizá en un rincón desolado del lago Turkana, de aguas de color jade infestadas de cocodrilos. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hay vida después de la muerte? Preguntas tan antiguas como la épica de Gilgamesh, el primer relato literario conocido, en el que el joven e impetuoso rey de Uruk, desesperado por la muerte de su compañero Enkidu, decide partir a los confines del mundo en busca de la planta de la inmortalidad.

Casualmente, después de leer estas líneas en El impulso nómada (Galaxia Gutenberg, 2021), las apasionantes memorias de Jordi Esteva, me topé con un álbum ilustrado que versa sobre el rey sumerio.

 El encuentro ocurrió en la sección infantil de una librería, la portada llamó mi atención y me senté en uno de esos taburetes de colores que tienen allí colocados para los niños. Aquel era un álbum ilustrado en el que se conjugaban textos e imágenes, uno de esos libros que, según Babelia, gozan de tan buena salud en el ámbito de la literatura infantil.

 Aunque conocía la figura de Gilgamesh, su historia se había difuminado en mi mente, como si una espesa niebla hubiera cubierto los actos de su vida, de ahí que me pusiera a leerlo.

Guardas de Gilgamesh (Ediciones Siruela, 2023)
Fotografía: Lucía Rodríguez

Gilgamesh, de Annamaria Gozzi y Andrea Antinori
Fotografía: Lucía Rodríguez

Inicio de Gilgamesh. Más allá del confín del mundo
Fotografía: Lucía Rodríguez

 El libro se abre con un rey que llora y vela el cuerpo inmóvil de Enkidu, y los que hemos pasado por la devastación de perder a un amigo, empatizamos al momento con el rey Gilgamesh.

Había una vez un rey que lloraba.
Había perdido a su mejor amigo.
¿Cómo se puede perder un amigo?
Los amigos siempre están ahí.
–Enkidu –llamaba el rey–. Enkidu, responde.
Y al rey ya no le importaba nada ser poderoso y gobernar una ciudad toda dorada si su amigo seguía mudo. Inmóvil.

 Nunca nos sentimos tan aturdidos y desvalidos, ni nos parece el mundo tan cruel y desapacible como cuando perdemos a un amigo. Es un dolor físico.

 Abatido, Gilgamesh ya no puede permanecer sentado tranquilamente en su trono y, abandonando la ciudad dorada, se embarca en la aventura de buscar la inmortalidad.

Gilgamesh navegando hacia el confín del mundo
Fotografía: Lucía Rodríguez

Y cuando comprendió que nunca más despertaría, partió hacia el confín del mundo.
Porque se rumoreaba que más allá vivían un hombre y una mujer que  nunca habían muerto ni iban a morir.
Gilgamesh quería conocerlos para recuperar a su amigo perdido y vencer el miedo a aquel sueño eterno. Un sueño que, algún día, le llegaría también a él.
–No vayas –le dijeron los sabios del reino–. Nunca nadie ha regresado.
Pero el rey se marchó.
Vagó durante días y atravesó las noches.
Su barba creció hasta cubrirle el pecho.
Su pelo se llenó de canas, se le hundieron las mejillas.
Y el rey seguía buscando.

Custodios de la Montaña del Sol
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Tras atravesar la Montaña del Sol por sus oscuras y peligrosas galerías, el soberano llegará al Jardín del Sol y a las playas donde, en un palafito, la cantinera de los dioses escancia vino en copas de plata. «Quien se ha marchado ya no puede volver. La vida que buscas, no la encontrarás. Bebe, olvida y regresa a tu ciudad», le aconsejará ésta. Pero Gilgamesh no cede en su empeño. Quiere conocer a quien nunca a muerto, y para ello está dispuesto a todo.

– [...] Estoy dispuesto a todo. Y ahora que ya casi he llegado, nada podrá detenerme.
–¿Que casi has llegado? –La mujer se rio–. Para llegar a la Lejanía, tendrás que cruzar el Mar de la Muerte, el más vasto de todos los mares, cuyas aguas están envenenadas. Nadie puede cruzarlo. [...]
–Ayúdame –suplicó el rey–. Enséñame a cruzar esas aguas.
A la mujer, que solo conocía las necesidades de los dioses, le sorprendió la desesperación humana del rey.
–Ve al bosque –le dijo–, construye una barca honda que te proteja. Luego corta ciento veinte pértigas para hacer los remos. Los necesitarás todos. Cada vez que una madera toque las aguas mortíferas, deberás soltarla y usar otra, y otra más...
El rey trabajó día y noche en el bosque, hasta que la barca y los remos estuvieron listos.

Gilgamesh preparándose para cruzar el Mar de la Muerte
Fotografía: Lucía Rodríguez

Gilgamesh cruzando el Mar de la Muerte
Fotografía: Lucía Rodríguez

 No les contaré más para no desvelarles la historia, esa que el propio Gilgamesh mandó grabar en tablillas de arcilla para conservarlas en la memoria; un tesoro arqueológico que fue descubierto, a mediados del siglo XIX, en Irak, la antigua Mesopotamia, y que el inglés George Smith logró descifrar en 1870. «Soy el primer hombre que ha leído esto tras miles de años de olvido», dijo. Tras muchas excavaciones, viajes y estudios, se lograron reunir las tablillas que devolvían a la vida la epopeya de Gilgamesh, soberano de la ciudad de Uruk, la primera ciudad del mundo antiguo. Por cierto que las gestas de Gilgamesh están incompletas, pues aún quedan fragmentos de la saga durmiendo bajo tierra a la espera de ser descubiertos.

La última tablilla fue hallada recientemente y añadió información a los acontecimientos de una historia de la que se sigue hablando y que no deja de sorprendernos.

Gilgamesh. Más allá del confín del mundo (Ediciones Siruela)
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Porque es parte de la vida, la muerte abre y cierra Gilgamesh. Más allá del confín del mundo (Ediciones Siruela, 2023), de la escritora Annamaria Gozzi y el ilustrador Andrea Antinori, en una traducción del italiano de Ana Romeral Moreno. Unas páginas que nos hablan de la existencia, con su dolor pero también con su parte de luz.

Nota: Como no podía ser de otra manera, esta entrada está dedicada a los amigos ausentes.