domingo, 6 de abril de 2025

EN UNA HABITACIÓN AJENA


En una habitación ajena, Damon Galgut (Libros del Asteroide, 2024)
Fotografía: Pedro Delgado

«Arrieros somos y en el camino nos encontraremos», dice el refrán; sin embargo, lo traigo aquí a colación desprovisto de su significado popular de advertencia porque fue lo primero que se me vino a la cabeza al empezar a leer En una habitación ajena (Libros del Asteroide, 2024), del escritor sudafricano Damon Galgut (Pretoria, 1963). Eso sí, cambiando a los que trajinan con bestias de carga por los que trasiegan de un lado a otro con sus mochilas a cuesta: «Viajeros somos y en el camino nos encontraremos», pues el texto de Galgut, dividido en tres actos o relatos, nos habla de los posibles encuentros que te pueden deparar los viajes.

 En todos ellos, el protagonista es un trasunto del propio autor, que evoca o rememora esos vagabundeos. Y no lo digo sólo porque se llame Damon, sino porque nos lo corrobora él mismo en el texto, cuya correctísima traducción corre a cargo de la argentina Celia Filipetto:

Pero el recuerdo tiene sus propias distancias, en parte él soy yo por completo, en parte es un extraño al que observo.

El novelista y dramaturgo Damon Galgut (Pretoria, Sudáfrica, 1963)

 De la lectura del libro podemos deducir que Damon Galgut es un viajero atípico, un tipo algo extraño y difícil por cómo se retrata.

La verdad es que él no es viajero por naturaleza, se trata de un estado al que lo han empujado las circunstancias. Se pasa la mayor parte del tiempo en movimiento, sumido en una profunda ansiedad, y eso hace que todo sea más intenso y vívido. La vida se convierte en una serie de pequeños detalles amenazadores, no se siente conectado con nada de cuanto lo rodea, el temor a morirse es constante. Por ello casi nunca es feliz donde está, algo en él se pone ya en marcha hacia el siguiente lugar y, aun así, nunca va hacia nada, sino que siempre se aleja más y más. Se trata de un defecto de su naturaleza  que los viajes han convertido en enfermedad. Veinte años antes, por distintos motivos, a su abuelo le ocurrió algo parecido. Arraigado y sedentario durante la mayor parte de su larga vida, al morir su mujer algo se rompió irremediablemente dentro de él y lo impulsó a ponerse en camino. Viajó por el mundo entero, a los lugares más lejanos e increíbles, llevado no por el asombro o la curiosidad, sino por el dolor. Al buzón de casa llegaban postales y cartas con sellos y marcas peculiares. A veces telefoneaba y, por el sonido, su voz parecía aflorar del fondo del mar, ronca de añoranza por volver. Pero no volvió. Al cabo de mucho tiempo, ya muy viejo y exhausto, regresó al fin para siempre, y vivió sus últimos años en un apartamento en el jardín trasero de la casa. A mediodía se paseaba entre los arriates, en pijama, con el pelo sucio y revuelto. Para entonces se le iba la cabeza. No se acordaba de dónde había estado. Todas las imágenes e impresiones y los países y continentes que había visitado se borraron. Lo que no se recuerda no ocurrió jamás. Por lo que a él respectaba, nunca había viajado más allá de los límites del jardín. Irascible y mezquino gran parte de su vida, ahora era casi siempre dócil, aunque todavía capaz de mostrar una ira irracional. De qué estás hablando, me gritó en cierta ocasión, nunca he estado en Perú, no tengo ni idea de eso, no me vengas con tonterías sobre Perú.

 En el primer relato, El seguidor, un viajero sudafricano sale de un pueblecito rodeado de olivos. Digamos que estamos en Micenas, Grecia, y que camina en solitario por un sendero en busca de unas antiguas ruinas. También que en un momento dado se cruza con un turista alemán con el que entabla una conversación.

La puerta de los leones en Micenas
Fotografía: Andreas Trepte (Wikipedia)

Han entablado esta conversación con una extraña formalidad, separados por la anchura del camino; sin embargo, hay algo en la forma en que se relacionan que, si bien no del todo íntimo, sí es familiar. Como si se hubiesen conocido ya en alguna parte, hace tiempo. Pero no es así.

 Luego se despiden y cada uno prosigue el paso en direcciones opuestas. A la noche, volverán a encontrarse en el albergue juvenil, pues el alemán ha perdido su tren a Atenas. No hay visitantes en esa época del año y los cuartos llenos de literas están sin ocupar. El teutón se llama Reiner y el sudafricano, como ya hemos anotado antes, Damon.

 Damon Galgut nos apunta de manera sutil el marco temporal de la historia: es el año 1990, el de la guerra del Golfo.

Va a Esparta, va a Pilos. A los pocos días de marcharse de Micenas, al cruzar la plaza de una ciudad ve imágenes de bombas e incendios en el televisor de un café. Se acerca más. Qué pasa, pregunta a algunas de las personas que están sentadas viendo el programa. Alguien que habla inglés le dice que se trata de la guerra del Golfo. Todo el mundo la esperaba y ahora está ocurriendo, está ocurriendo en dos sitios a la vez, en otro punto del planeta y en la pantalla del televisor.

 Reiner alarga su estancia en Micenas una jornada más, para compartirla con Damon, y al día siguiente sus trenes salen en direcciones opuestas con apenas unos minutos de diferencia.

 Damon se marcha de Grecia dos semanas después y vaga de un país para otro durante un año y medio. Después regresa a Sudáfrica, donde se encuentra todo, incluso el gobierno, cambiado. Al buzón le ha llegado una carta de Reiner, con el que empieza a escribirse. Y dos años después de aquel encuentro en Micenas, Reiner visita a su amigo para volver a encontrarse. Juntos decidirán hacer un nuevo viaje.

Ahora que Reiner está aquí, saca el atlas y los dos, ansiosos, lo estudian con detenimiento. Buscan un país con muchos espacios abiertos y pocas ciudades. En el tiempo que han dedicado a hablar del viaje se han puesto de acuerdo en el tipo de condiciones ideales para ellos. A ninguno de los dos les interesan las multitudes ni las carreteras concurridas ni las zonas urbanizadas. Así que está Botsuana. Está Namibia. Está Zimbabue.
Y cuál es este país de aquí.
Lesoto.
Qué sabes de él.
No sabe mucho, nunca ha estado allí, ni él ni sus amigos. Sabe que es montañoso y muy pobre y que Sudáfrica lo rodea por completo, pero aparte de eso, Lesoto es para él un misterio. Los dos se quedan sentados mirándolo.
A lo mejor deberíamos ir.
A lo mejor sí.
Quizás no utilicen estas palabras, pero la decisión es así de irreflexiva y a la ligera, en un momento dado no saben a dónde van a ir, al siguiente se van a Lesoto.

 Damon se sorprende despidiéndose de su familia y amistades con una pizca de desasosiego, como si no fuese a regresar. Quizá sea el presentimiento de que Lesoto, con sus montañas, sus senderos y su salvaje naturaleza les revelará lo distintos que son y pondrá a prueba algo más que la amistad que hay entre ellos.

Cataratas Maletsunyane, cerca de Semonkon (Lesoto)
Fotografía: BagelBelt

***

 En el segundo relato, El amante, volvemos a viajar con Damon. Esta vez a Zimbabue.

Ha llegado aquí sin un motivo ni una intención en concreto. Llevado por un impulso decide marcharse una mañana, compra un billete por la tarde, sube al autobús esa noche. Tiene en mente viajar dos semanas y luego regresar.
Qué busca, él mismo no lo sabe. A estas alturas, sus pensamientos se me escapan, aún así, puedo explicarlo mejor a él que a mi propio yo de ahora, lo llevo enterrado bajo mi piel. Su vida carece de peso y de centro, por eso siente que puede salir volando en cualquier momento. Todavía no se ha construido un hogar. Sus nuevas pertenencias vuelven a estar almacenadas y él se ha pasado meses en ese antiguo estado suyo, yendo de acá para allá, de un cuarto de invitados a otro. Empieza a dar la sensación de que nunca ha vivido de otro modo y que jamás echará raíces. Algo en él ha cambiado, parece incapaz de conectar adecuadamente con el mundo. No siente que se deba a un fracaso del mundo, sino a un colosal defecto suyo, le gustaría cambiarlo pero no sabe cómo. En sus momentos más lúcidos piensa que ha perdido la capacidad de amar a las personas, los lugares o las cosas, sobre todo a la persona, el lugar y la cosa que es él. Sin amor nada tiene valor, nada puede tener mucha importancia.
En ese estado, viajar no es una celebración sino una especie de duelo, un modo de disiparse. Va de un lugar a otro, impulsado no por la curiosidad sino por la aburrida angustia de quedarse quieto.

 Visita Harare, Bulawayo y las cataratas Victoria. Se aloja en un camping, cerca del impresionante salto de agua, donde conocerá a un grupo de mochileros prestos a partir hacia Malaui cruzando Zambia.

Cataratas Victoria
Fotografía: Diego Delso

 Parecen haberse juntado por azar, para sobrellevar mejor los peligros del viaje. Entre ellos está una corpulenta irlandesa con la que ha hecho rafting dos días atrás. A la pregunta «¿Quieres venir con nosotros?», le sucede una afirmación y una frase para subrayar:

Todo viaje de verdad empieza en un momento determinado. A veces, es cuando sales de casa, otras, cuando ya estás muy lejos de ella.

 Toman un tren a Lusaka, capital de Zambia, y luego viajan en autobús hasta la frontera de Malaui. Pasan unos días en su capital, Lilongüe, y luego en las orillas del lago Malaui, «esa extensión de agua que cubre casi la mitad de la longitud del país».

Orillas del lago Malaui. Fotografía: J. Lindsay (Lonely Planet)

 En la playa de Cabo Maclear hay una comunidad de hippies extranjeros varados por el cannabis fermentado y la paz que irradia el lugar y los lugareños. «Nadar, dormir, fumar» es el mantra de los que allí recalan.

 Unos días después, Damon coge un barco para bañarse también en Nkhata Bay, otro borde del lago, donde un trío misterioso –Jerone, Alice y Christian–, con el que ha ido entrelazándose en su viaje le propone acompañarlos hasta Tanzania. En este caso Jerone será el anhelo de Damon, tal como lo fue Reiner en el primer relato.

Hummm, dice, sí, creo que iré con vosotros. Os acompañaré hasta la frontera y veremos si me dejan pasar.

 Viajan los cuatro juntos en autobús a Karonga, en el norte de Malaui, y al día siguiente se disponen a cruzar la frontera con Tanzania.

Siempre ha tenido terror a cruzar fronteras, no le gusta abandonar lo conocido y seguro por el subsiguiente espacio en blanco donde puede ocurrir cualquier cosa.
***
Solo ahora se pone a considerar seriamente lo que podría ocurrir. Aunque dijo con displicencia que ya vería si lo dejaban entrar, en realidad no se le pasó por la cabeza que fueran a impedírselo. Pero ahora, a medida que se aproximan al grupito de cobertizos, con la barrera al fondo atravesada en la carretera, nota en las palmas de las manos el picor de una débil premonición, quizás la cosa no salga como él espera.

 Uno nunca sabe lo que nos aguarda el destino, así que no podemos dejar de leer barruntando qué le/les ocurrirá en las siguientes páginas.

 Por cierto, que aquí Damon Galgut también nos apunta un dato para que podamos encuadrar en el tiempo el relato: «Al cabo de un par de horas de viaje se enteran de que Tanzania celebrará sus primeras elecciones multipartidistas dos días después». Es decir que, si Wikipedia no se equivoca, podemos fijar el texto en 1995.

***

 En el tercer relato, El guardián, Damon ha invitado a una amiga a viajar con él a la India. Se alojan al sur de Goa en una pequeña aldea de pescadores a veinte minutos de Margao, junto a la playa, donde Damon piensa que Anna, que está en tratamiento psiquiátrico para regular sus estados de ánimo, podrá recuperar el equilibrio.

A Anna y a él los une una buena amistad, es como una hermana, alguien a quien quiere y que lo hace reír. Alguien a quien desea proteger. Es así, en calidad de guardián, como la acompaña ahora.

 Desde allí exploran la zona: Cochín, Kerala, Vakala, Madurai, Bangalore, Hampi... hasta que la fatalidad, para desesperación de Damon, hace acto de presencia.

Templo de Meenakshi Amman, en Madurai (India)
Fotografía: Poras Chaudhary, The New York Times

Se dirigen a Madurai, donde hay un templo maravilloso que imagina que a ella le gustaría fotografiar. él ya lo ha visitado, como sucede con todos los demás hitos del viaje; ha planeado este recorrido solo para ella, quiere hacerle pasar un rato agradable y distraerla de sí misma.

 Este último relato desemboca, a modo de epílogo, en Marruecos. En Agadir, donde Damon se ve a sí mismo recoger una piedrecita del suelo, metérsela en el bolsillo y caminar hacia una puerta. Tras ella le aguardan, nos aguardan, nuevos viajes, en los que el azar y el destino, una vez más, vendrán a trastocar nuestros planes o intenciones.

En una habitación ajena, de Damon Galgut (Libros del Asteroide, 2024)
Fotografía: Pedro Delgado

 Galgut nos dice en una de sus páginas que una parte importante de los viajes consiste solo en esperar –en salas de embarque en los aeropuertos, estaciones de autobús, bordillos de acera solitarios en medio del calor–, «con el hastío y la depresión que eso conlleva»; sin embargo, ahí discrepo con él. A mi nunca me pesan esas esperas, pues siempre llevo algunos libros conmigo: cuadernos de viajes, ensayos, relatos o novelas que se desarrollen en el país que visito y algún clásico que me transporte con garantías a otra época y lugar. Con ellos, se lo aseguro, no les pesará la espera. Para empezar, prueben a viajar con el libro de Galgut si van a Micenas, al sureste de África o la India.

Un viaje es un gesto inscrito en el espacio, desaparece nada más realizarse. Vas de un lugar a otro, y de ahí de nuevo a otra parte, y detrás de ti no queda rastro de que alguna vez estuviste allí. Los caminos que recorriste ayer ahora están llenos de gente distinta que no sabe quién eres. Un desconocido yace en la cama del cuarto en el que dormiste anoche. El polvo cubre tus huellas, limpian las marcas de tus dedos en la puerta, recogen del suelo y de la mesa los fragmentos de las pruebas que se te hayan podido caer, los tiran a la basura y no vuelven nunca más. El aire mismo se cierra a tu espalda y poco después, tu presencia, que parecía tan pesada y permanente, ha desaparecido por completo. Las cosas solo ocurren una vez y nunca se repiten, nunca vuelven. Salvo en el recuerdo.
En una habitación ajena, Damon Galgut

 Viajen, lean y no dejen de asomarse de cuando en cuando por aquí.

lunes, 31 de marzo de 2025

SEÑALES DE HUMO


La señal de humo, óleo de Frederic Remington

Muchos son los que han intentado denigrar el western. Incluso los hay que lo dan por muerto; sin embargo, el género no deja de enviarme señales de vida. Señales de humo que me llegan este mes desde todas partes y que reflejan, pese a los agoreros, que sigue más vivo que nunca.

 Si voy a subirme al autobús o al metro me encuentro con Clint Eastwood, Burt Spencer y Terence Hill –la famosa pareja de Le llamaban Trinidad–, con los que la plataforma FlixOlé rinde homenaje al salvaje Oeste.

Homenaje al Western de FlixOlé
Fotografía: Ñito Salas (Diario Sur)

 Si entro en la librería Proteo, me topo con un apartado dedicado al western en el que destacan los libros de la colección Frontera de la editorial Valdemar.

Colección Frontera de la editorial Valdemar en la librería Proteo
Fotografía: Pedro Delgado

 Si me paro delante del escaparate de la librería Áncora, me topo con la portada de la novela Butcher's Crossing, de John Williams, un western excepcional y maravilloso que no dejo de recomendar.

Butcher's Crossing en el escaparate de Áncora
Fotografía: Pedro Delgado

 Si paseo por la Alameda, entre  las casetas de la Feria del Libro antiguo y de ocasión, que cerró hace unos días, puedo ver en los estantes el libro Imágenes de los Nativos Americanos del fotógrafo Edward Sheriff Curtis.

Imágenes de los Nativos Americanos, de Edward Sheriff Curtis
Fotografía: Miguel Ángel Ferrer

 Si miro el panorama editorial, me encuentro con que Laramie Ediciones, centrada en los tebeos del Oeste, acaba de presentar en Madrid sus novedades para estos meses: Un hombre de ley, de Gianfranco Manfredi y Pedro Mauro, este mes de marzo; el inicio de la colección Gran Oeste –con Buck Jones, de Alberto Breccia, Buffalo Bill, de Jesús Blasco y Larrigan, de Arturo del Castillo–, en abril; Wells Fargo, de Don Lawrence, en mayo y El Cobra Vol. 2, de Ray Collins, Arturo del Castillo y M. A. Repetto, en junio.

 Por cierto, Cartem Cómics también apuesta por el western y acaba de sacar a las librerías Rita Candela. A orillas de la suerte, de Joan Mundet.

 Por si todo esto no fuera suficiente, la serie Érase una vez el Oeste (American Primeval) –dirigida por Peter Berg y escrita por Mark L. Smith–, estrenada en España a principios de enero, es una de las series más vistas de Netflix en este primer trimestre del año.

 Y para rizar el rizo, First Dates emitió este mes de marzo un programa especial dedicado al western.

 Como ven, el género no deja de emitir señales de humo.

lunes, 17 de marzo de 2025

MIMBREÑOS, DE STEFANO CASINI


Mimbreños, de Stefano Casini (Cartem Cómics)
Fotografía: Pedro Delgado

Con motivo del Día del Cómic y del Tebeo en España, quiero hablarles de un cómic del Oeste cuya estética y ambientación me subyugó el primer día que lo vi en la mesa de novedades de En Portada Cómics; con esos colores medidos y calibrados, esos tonos cálidos de amarillos y naranjas que te remiten rápidamente a Arizona y Nuevo México. Se trata de Mimbreños (Cartem Cómics, 2022), de Stefano Casini.

Stefano Casini en el Festival de Cómics de Chambéry Savoie 2009
Fotografía: Sergio Palumbo

 Llegó a mí de la mano del segundo de mis hijos un día de Reyes, pero después de admirar el dibujo y el color de sus páginas, quedó postrado en la balda de las lecturas pendientes a la espera de su momento.

 Y una de estas tardes lluviosas de marzo, mientras la borrasca Konrad descargaba agua sobre Málaga, rescaté el libro de la estantería, me acomodé con una manta en el sofá y me trasladé de nuevo –unas semanas antes lo había hecho con Wes Slade (Laramie Ediciones, 2025), de George Stokes– a Silver City, en Nuevo México, donde unas páginas más tarde una despiadada y sanguinaria banda de forajidos atracaría el banco.

Silver City en los lápices de Stefano Casini
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Detalle de la página 19 de Mimbreños, de Stefano Casini (Carten Cómics)
Fotografía: Pedro Delgado

Trabajo a lápiz de Stefano Casini (pág. 20 de Mimbreños)
Fotografía: www.lospaziobianco.it

 Pero antes de ese violento episodio –repleto de BANG, BLAM y POW que parecen rozarte la cabeza–, me voy a detener en la primera viñeta, cuando un jinete con dos monturas se acerca a la penitenciaría de Burro Peak.

Primera viñeta de Mimbreños, de Stefano Casini (Cartem Cómics)
Fotografía: Pedro Delgado

 Se trata del Capitán Everett Cole, del noveno regimiento de caballería del ejército de la Unión, destinado en Fort Craig –un tipo al lado del que nos sentiríamos protegidos cuando silbaran las balas o las flechas–, y trae la orden de liberar a su hermano Joshua Cole, un bushwhacker –guerrillero confederado durante la Guerra Civil estadounidense– que formó parte de la violenta banda confederada de "Bloody Bill" Anderson.

Abocetado de las páginas iniciales de Mimbreños, de Stefano Casini
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Storyboard de las pág. 12 y 20 de la edición de Cartem de Mimbreños
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Trabajo a lápiz de la pág. 21 de Mimbreños, de Casini
Fotografía: www.lospaziobianco.it

 Cuando ambos abandonan la prisión cruzarán sus pasos con un tahúr y una prostituta que huyen de Silver City camino de Lordsburg, una pareja que me recordó a dos de los personajes que aún conservo del Exin West.

Los personajes del tahúr y la chica del Salón del Exin West
Fotografía: Pedro Delgado

 Será en la guarida del comanchero Corrigan donde confluyan todos, junto a los apaches mimbreños, en una orgía de tiros y muertes.

Detalle del trabajo a lápiz de Stefano Casini en una viñeta de la pág. 36
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Detalle del trabajo a lápiz de Stefano Casini en la pág. 37 de Mimbreños
Fotografía: www.lospaziobianco.it

 No les adelantaré nada de la parte final del cómic, que encierra una interesantísima sorpresa, un giro de guión inesperado dentro de una historia ya de por sí original, aunque tire de muchos de los recursos que nos ofrece el western: persecuciones, robos, tiroteos...

Páginas 28 y 29 de Mimbreños, de Stefano Casini
Fotografía: Pedro Delgado

Trabajo a lápiz de la pág. 29 de Mimbreños
Fotografía: www.lospaziobianco.it

 Sin duda, estamos ante una historia clásica con ecos de los westerns de Sam Peckinpah y, en muchos aspectos, de John Ford. De hecho, el guión es tan cinematográfico que viendo los distintos planos de las viñetas me acordé de lo que le dijo John Ford a aquel jovencísimo Steven Spielberg que, a sus 15 años, ya quería ser cineasta. Ford le enseñó unos cuadros y le preguntó qué veía en ellos. Spielberg le respondió que unos indios, unos caballos... y el veterano director le soltó: «Cuando puedas alcanzar la conclusión de por qué poner el horizonte en la parte de abajo o en la parte de arriba es mucho mejor que poner el horizonte en la mitad del cuadro, entonces algún día podrás ser un buen cineasta. Ahora vete».

Páginas 34 y 35 de Mimbreños, de Stefano Casini
Fotografía: Pedro Delgado

Detalle del trabajo a lápiz de Stefano Casini (pág. 34 Mimbreños)
Fotografía: www.lospaziobianco.it

 Además del dibujo y el color, me encantan los espacios, el montaje de las viñetas y la respiración del formato, amplio y libre, con la cuadrícula al servicio del relato.

Páginas 48 y 49 de Mimbreños (Cartem Cómics)
Fotografía: Pedro Delgado

Dibujo a lápiz de la pág. 38 de Mimbreños
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Página 50 de Mimbreños, de Stefano Casini
Fotografía: Pedro Delgado

Detalle de la pág. 50 de Mimbreños a lápiz
Fotografía: www.lospaziobianco.it

 Destacar por último la cuidada edición de Cartem Cómics, que junto a la historia estándar de 46 páginas incluye unos extras de altísimo nivel, con un prólogo de Pako Domínguez (El Tebeonauta) y unos interesantísimos apuntes informativos sobre los hechos y personajes históricos que aparecen o tienen su reflejo en el tebeo, y que nos ayudan a entender el contexto de Mimbreños: apaches, Bloody Bill Anderson, bushwacker, comancheros, Fort Craig, la masacre de Lawrence, Silver City o los mismísimos mimbreños que formaban parte de la tribu de los apaches que vivían en el estrecho valle del río Mimbres en el actual Nuevo México.

Introducción de Pako Domínguez para Mimbreños (Cartem Cómics)
Fotografía: Pedro Delgado

Introducción y Érase una vez en el Oeste... (extras de Mimbreños)
Fotografía: Pedro Delgado

 Además, el cómic se remata con una semblanza de Stefano Casini (Livorno, 1958) y un par de dibujos extras, a página completa, de los dos hermanos Cole. Brutal. Si le gustan los tebeos del Oeste, este es un imprescindible.

 Y mientras esperamos leer nuevas aventuras del Capitán Everett Cole, les recomiendo visitar Lo Spacio Bianco, donde su fundador y director editorial, Héctor Gabrielli, recoge en seis entrevistas a Stefano Casini toda la génesis y el proceso de Mimbreños (incluyendo numerosos bocetos y dibujos como los que les muestro en este artículo).

Estudio del Capitán Everett Cole, de Stefano Casini
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Estudio de personajes (Mimbreños, de S. Casini)
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Héctor Gabrielli: ¿Qué herramientas utilizas generalmente para dibujar? ¿Este nuevo trabajo requirió técnicas o herramientas diferentes a las habituales?
Stefano Casini: Utilizo herramientas tradicionales, papel, lápiz y rotuladores (Staedtler o Sakura) y pinceles de tinta (Windsor & Newton), los mismos que utiliza más o menos todo el mundo, y coloreo o bien de forma tradicional, con acuarelas (como mis dos novelas gráficas), o bien digitalmente como el díptico La Espada y la Cruz, y como haré también para MimbreñosEn esta obra, al igual que en el díptico sobre la Guerra de los Treinta Años, sin embargo, en lugar de tinta utilizo directamente el lápiz, fijo con un lápiz azul y repaso con lápices 3B y 5B, jugando con los matices y la suavidad del grafito. La ilusión de saltarse la tinta es sólo una ilusión, porque la revisión se realiza con grafito en lugar de con pincel.

https://www.lospaziobianco.it/speciali/la-genesi-di-mimbrenos-di-stefano-casini/

El arte de Stefano Casini
Fotografía: www.lospaziobianco.it

Mimbreños, de Stefano Casini (Cartem Cómics, 2022)

¡Feliz Día del Cómic y del Tebeo!

viernes, 7 de marzo de 2025

LAS MUCHACHAS QUE BAILARON CON LA LUNA (LEYENDAS DE GORA)


Las muchachas que bailaron con la luna y otras leyendas de Gora
Namik Dokle (Libros de las Malas Compañías)
Fotografía: Pedro Delgado

[...] Las tres mujeres recordaron la leyenda que se contaba sobre Gora y los goranos desde los tiempos en los que sus tatarabuelos aún no habían nacido. Decían que, cuando llegó la noticia de que Dios convocaría a todas las comarcas para repartir entre ellas sus bienes, partió hacia allá un gorano, quien viajó nueve días y nueve noches sin parar hasta alcanzar la Casa del Señor. Mas encontró la mesa ya quitada, todos los demás habían tomado lo que Dios les donó y se habían ido. El mismo Dios se sorprendió al toparse con el gorano.
–¿De dónde vienes? –le preguntó.
–Vengo del fin del mundo –le respondió–. De un lugar llamado Gora.
–Has llegado tarde, ya repartí todos los bienes que tenía.
–¡Oh, Señor, hice nueve días y nueve noches de camino hasta el patio de tu casa, no me hagas volver con las manos vacías!
 Dios echó una ojeada al patio, tomó una piedra y se la dio.
–Esto es lo único que me queda y te lo doy de todo corazón, quizá tendréis pocas cosas en la vida, pero a las piedras de vuestros montes las querréis sobremanera.
De la leyenda Vengo del fin del mundo

Si la leyenda más antigua de Gora se remonta al día en que Dios convocó a un habitante de cada región del globo para darle a cada cual algo de lo bueno de este mundo, el origen de esta nueva obra del albanés Namik Dokle –traducida por María Roces González y recién publicada por la editorial Libros de las Malas Compañías– se remonta a la noche en la que Namik presentó su novela Las hijas de la niebla (2Sicilias Reino Editorial–Ginger Ape Books, 2022) en el Instituto Cervantes de Madrid. Terminado el acto, y en compañía de María Roces y Cristina Herreros, fueron a tomar algo a la calle Sagasta. Allí, la conversación giró sobre Albania y la región de Gora, donde se desarrollaba su novela, un texto salpicado de leyendas, a cada cual más increíbles.

 Namik Dokle nació en 1946 en Durrës, en la costa adriática, pero pasó toda su  infancia en la aldea gorana de Borje (Kukës), de ahí que animara la velada contando numerosas leyendas de la zona. Cristina, que es la editora de Libros de las Malas compañías, le preguntó entonces por qué no escribía un libro con todas las leyendas de Gora, rematando la pregunta con un ofrecimiento: «Yo te lo publicaría con sumo placer». Al que María añadió otro: «Y yo lo traduciría con gran satisfacción».

Vista del pueblo de Borje (Albania), 31 de diciembre de 2010
Fotografía: Flickr (aljabak85)

 Namik no pudo o no supo negarse a semejante oferta y, pacientemente fue recopilando y dándole forma a todas las leyendas que pululan por la comarca de Gora, desmembrada en la actualidad en tres Estados balcánicos: Albania, Kosova y Macedonia del Norte –originariamente, tras la Primera Guerra Mundial, quedó dividida entre Albania y la desaparecida Yugoslavia–.

[...] una comisión internacional de las grandes potencias europeas le otorgó nueve aldeas a Albania y las veinte restantes al entonces reino yugoslavo. Desmembramiento que resultó aún más brutal durante el periodo comunista, cuando la Albania de Enver Hoxha y la Yugoslavia de Tito cerraron herméticamente la frontera entre ambos Estados y una parte de Gora quedó bajo dominio de Serbia. «Tito en la parte de allá, Enver en la de acá y la niebla en medio», decían entonces los goranos. Una macabra separación de personas y familias, de sufrimientos y alegrías entre parientes. Mi madre tuvo durante décadas la esperanza de poder abrazar a dos de sus hermanas, casadas al otro lado de la línea divisoria marcada por la comisión Internacional, pero se murió sin poder hacerlo.
Del prólogo de Namik Dokle

 Algunas de las leyendas que aparecen en este libro ya aparecían en Las hijas de la niebla –un tríptico del que aguardo expectante la traducción de sus otras dos entregas–, pero la gran mayoría son para mí una novedad, una deliciosa sorpresa que, además de dar a conocer el rico y singular patrimonio cultural de una región y de un grupo etnográfico, va a permitir que no se pierdan estas historias, que sobrevivan a la muerte de los más ancianos, pues el gorano tiene la particularidad de ser una lengua oral y no escrita –al transcribirla se utilizan los caracteres albaneses–.

 La lengua que hablan los goranos es una lengua eslava arcaica, que no se enseña en la escuela ni se aprende en los libros, y «empapada», tanto en su estructura gramatical como en el léxico, de palabras procedentes del macedonio, serbio, búlgaro, albanés y turco. Hasta el punto de que, políticamente, a la población de Gora la pretenden como propia cuatro Estados, mientras Turquía la considera «herencia» suya. Pero los goranos se consideran a sí mismos nashinci, es decir «nuestros», y a su lengua la denominan nashinski: «nuestra lengua».
Del prólogo de Namik Dokle

 Nos dice también Namik en el prólogo que ha escrito para el libro, que el floclore de Gora se nutre más de la lírica que de la épica y que los goranos cantan y cuentan más leyendas sobre el amor que sobre la guerra, sobre las víctimas de la historia que sobre sus héroes; algo que se puede constatar al adentrarnos en las páginas de Las muchachas que bailaron con la luna y otras leyendas de Gora.

Las muchachas que bailaron con la luna y otras leyendas de Gora
Namik Dokle con ilustraciones de Jesús Gabán
Fotografía: Pedro Delgado 

FLORES QUE NO SE MARCHITAN EN NUEVE AÑOS

Unos días después de su boda, a Asan Ago le ordenaron unirse de soldado al ejército. El príncipe estaba inmerso en una larga guerra y necesitaba hombres jóvenes para sustituir a los muertos en combate. Fue presa de una gran tristeza, hasta el punto de que las estrellas celestes se percataron de ello y les dio mucha pena.
 –¿Por qué estás tan triste, Asan Ago? –le preguntó el Lucero del Alba.
 –¿Cómo dejar y dónde dejar a mi joven desposada? –dijo Asan–. No es una novia como todas las demás. Se ha criado como un pino negral. De sus raíces brota el agua mejor del mundo. Su cuerpo lo iluminan la luna y la estrella del alba. Cuatro vientos acarician sus ramas. En su copa se detiene el sol...
 La madre de Asan dispuso pan blanco para nueve días de camino.
 La hermana de Asan le preparó ropa para nueve años.
 La mujer de Asan salió al huerto a coger flores para él.
 Cogió las flores más hermosas del huerto, aquellas que parecían absorber la luz del sol, de la luna y de la estrella del alba.
 Cuando Asan se montó en el caballo, se le acercó la recién casada. Le entregó las flores y le dijo:
 –Son las flores de mi alma, te esperaré nueve años. Al décimo, si no has regresado, me casaré con algún viudo achacoso y sucio.
 –¿Cómo sabré que llega ese día? –le preguntó Asan a su bella esposa.
 –Te lo anunciarán las flores de mi alma... Durante nueve años no se marchitarán, al décimo se irán encorvando sus corolas.
 Se marchó Asan y en la sangrienta guerra no logró contar los días, los meses ni los años. Tras cada batalla contemplaba el ramillete florido. Pasaron, de ese modo, los nueve años y las flores no se marchitaban. El día primero del año décimo observó un pétalo gacho. Un alarido de dolor y tristeza cubrió el campo de batalla.
 Aquel mismo día, abandonó Asan la guerra y emprendió el camino de regreso. El aroma de las flores aún sin marchitar lo mantuvo vivo durante tres días y tres noches, hasta que llegó a su casa. En el patio lo esperaba su mujer. Su hermoso rostro apenas comenzaba a marchitarse, pero, en cuanto vio a su amado, se abrió y hermoseó de nuevo como las flores, como en su primer día de amor.

 Ahora solo hace falta que ustedes valoren el trabajo de Namik, su esfuerzo ímprobo por recopilar en papel estas historias milenarias para que nunca caigan en el olvido y, a través de la magnífica traducción de María Roces, las apreciemos y nos emocionemos con ellas.

CON LA LEY DE DIOS

Gora se quejaba de su enorme pobreza. Y entonces Dios llamó a un hombre honesto para preguntarle cuáles eran las preocupaciones de Gora. El gorano se las contó todas. Dios le creyó y le dijo:
 –Pues te doy tres mil ovejas, vete a Gora y repártelas de acuerdo con la ley de Dios.
 Tomó las ovejas y bajó a las brañas de Gora. Dio una voz a todos los goranos y comenzó a repartir las ovejas entre cada familia.
 Cuando llegó el primer aldeano, le preguntó:
 –¿Cuántas ovejas tienes en casa?
 –Solo dos –dijo el aldeano.
 –Pues toma otras dos.
 El aldeano agarró las dos ovejas y se marchó muy contento.
 El segundo solicitante tenía cinco ovejas.
 –Pues toma otras cinco –le dijo el delegado de Dios.
 Y así fue como el que tenía diez se llevó otras diez, el que tenía veinte se llevó otras veinte y el que tenía cien se llevó otras cien ovejas.
 Se armó un gran alboroto y se alzaron protestas por aquella clase de reparto. Y las protestas de Gora desembocaron como un río directamente en el cielo. Dios llamó de nuevo al hombre honesto y le reprochó enojado:
 –¿Por qué hiciste eso? ¡Acaso no te dije que repartieras las ovejas de acuerdo a la ley de Dios!
 –Eso hice.
 –¡¿Cómo es eso?! –se sorprendió el Señor.
 –Tantas como les habías proporcionado tú, esas mismas les di yo.
***

EL MANZANO DEL HAMBRE

El hambre es peor que la muerte. Cuando sobreviene, Gora es un infierno. Las gentes no saben qué hacer, no saben adónde ir, no se reconocen a sí mismas. Sin embargo, parten por caminos desconocidos para ganarse la vida. Cuando cayó la primera hambruna, las mujeres y las desposadas vendieron todos los dijes de oro con los que adornaban el pañuelo que les cubría la frente. Cuando cayó la segunda hambruna, muchas aldeas de Gora quedaron abandonadas y sus tierras fueron ocupadas por gentes llegadas de cerca y de lejos. Cuando le sobrevino la tercera hambruna a Gora, muchos hombres y mujeres cruzaron las montañas, entre la nieve, para ir en busca de sustento. Mas solo unos pocos volvieron a casa; algunos fueron descuartizados por los lobos, a otros los asaltaron los ladrones y se lo robaron todo y la mayoría se congeló y acabó hecha un témpano por el frío.
 Una mujer, que había dejado en casa a sus dos niños pequeños, consiguió superar todos esos peligros y, siete días después, volvió a su casa. Pero había tardado demasiado en su deambular en busca de alimento; el hambre era más rápida, más feroz y despiadada. Cuando llegó a su casa, sus dos hijos, muertos de hambre, habían sido enterrados. Le mostraron las tumbas y ella comenzó a llevar a diario pan caliente a ambas fosas, mientras plañía, gemía y a continuación balbuceaba:
 –¡Comed, almas mías, comed deprisa, no se os vaya a enfriar el pan!
 Tres días después la encontraron congelada entre las dos tumbas de sus hijos, en una mano llevaba el pan y en la otra dos manzanas. Con ambos la enterraron.
 En primavera, en medio de las tumbas, brotó un manzano que fue creciendo con los años y se convirtió en sombra de los muertos. Las gentes lo llamaban el «Manzano del hambre».

 Para que se hagan una idea de lo remoto de Gora, esa tierra de baladas y leyendas, les diré que en mi guía de viajes de Albania de la Lonely Planet –la Biblia del viajero– no aparece nada sobre la región, lo que engarza muy bien con esas nieblas que parecen cubrirla y que acrecienta el aura sobrenatural de la comarca.

Mis libros de Namik Dokle e Ismaíl Kadaré sobre Albania
Fotografía: Pedro Delgado

 En mi viaje por Albania, aquel verano del 2017, no tenía aún la guía de la Lonely en mi poder, así que recorrí el país con la información que obtuve en la Oficina de Turismo y en los libros de Ismaíl Kadaré que llevaba. Lástima desconocer por entonces los escritos de Namik Dokle, porque de haberlos conocido habría visitado alguna de las aldeas de Gora. De hecho, buscando la Kulla de Kurpalve pasé por la ciudad de Kukës, que está a tan solo 30 kilómetros por carretera de Borje, donde, como les dije más arriba, pasó su infancia Namik Dokle.

La ciudad de Kukës, Albania
Fotografía: Pedro Delgado

 Quién sabe, quizás algún día el espíritu de Majka, esa vieja que pasó doscientos o trescientos años en este mundo olvidada de la muerte, me lleve con su magia de nuevo a Albania y pueda, por fin, visitar la comarca. Será como zambullirme de nuevo en las historias y leyendas de mi estimado Namik.

Nota: Esta entrada está dedicada al autor de este libro, Namik Dokle, y a su traductora, María E. Roces González, a los que conocí una tarde de marzo de 2023 en la librería Áncora de Málaga.

Las hijas de la niebla, de Namik Dokle en la librería Áncora de Málaga
Fotografía: Pedro Delgado

https://cartadesdeeltoubkal.blogspot.com/2023/07/las-hijas-de-la-niebla.html