Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña Sua Edizioak & Mendi Film Festival Fotografía: Lucía Rodríguez |
Desde el domingo que empezaron los síntomas estoy con la COVID-19, confirmado por un test de antígenos que compré en la farmacia. El dolor de cabeza de los tres primeros días no me dejaba leer, pero ahora que no me duele he rescatado de la pila de libros de la mesita de noche el cómic sobre los hermanos Félix y Alberto Iñurrategi, una de esas míticas cordadas del alpinismo patrio, un referente que marcó el camino a muchos de los que hoy suben montañas.
Pedro Delgado leyendo con Leonardo el cómic sobre los hermanos Iñurrategi Fotografía: Lucía Rodríguez |
La cefalea me ha abandonado, pero aún sigo con el cansancio y la tos, así que durante unas horas aúno el sonido alterado de mi respiración a la de los montañeros. Si a esas altitudes ellos tienen que dar grandes bocanadas de aire para hacer llegar un poco de oxígeno a sus pulmones, yo tengo que darlas para contrarrestar la congestión nasal que me dificulta el simple acto de respirar. Tengo las ventanas y las puertas de los patios y de las terrazas abiertas para ventilar y que el virus no se concentre en la casa, así que también siento el frío que emanan esas montañas nevadas, blancas y azules, salidas del pincel de César Llaguno (la rotulación y el color corren a cargo de Felipe H. Navarro).
El K2 dibujado por César Llaguno Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña Fotografía: Lucía Rodríguez |
Leyendo el texto de las viñetas y de los bocadillos, escritos por Ramon Olasagasti, uno comprende que el nombre de Alberto siempre estará asociado al de su hermano, el alpinista guipuzcuano Félix Iñurrategi, fallecido el 28 de julio del 2000, cuando descendía el Gasherbrum II en Pakistán. Ese día, tras el duodécimo ochomil que coronaban juntos, la fatalidad aguardaba a Felix entre el campamento base y el campo uno. Un anclaje se soltó, se partió la cuerda, y el mayor de los hermanos se precipitó al vacío. A Alberto, un año más joven que su hermano, le tocó cargar con la desgracia.
En diciembre de ese mismo año, tratando de arroparlo y de que no se hundiera en los infiernos, Jon Lazkano y Jon Beloki se lo llevan de viaje a Mali, donde escalan varias vías en el macizo de la Mano de Fátima. A la vuelta, Alberto tiene claro que continuará ascendiendo a las grandes montañas por los dos. Y seguirá haciéndolo de la misma manera de siempre, en el estilo alpino, la mayoría de las veces fuera de los caminos habituales, marcando nuevas u olvidadas vías. Ahora sí tiene claro que perseguirá terminar los catorce ochomiles, y cuando recupera el piolet de su hermano, que habían dejado un año antes en un depósito con material camino del Gasherbrum I, sabe que Félix también estará con él en la cumbre.
Félix y Alberto Iñurrategi © Fotografía Iñurrategi |
Los Iñurrategi aprendieron la importancia de la cordada, la ética y los valores de la montaña de la generación anterior a la suya: Juanjo Sebastián, Juanito Oiarzabal, Jon Lazkano, Tamayo, Kike de Pablo, 'Zulu', Mari Ábrego..., compañeros extraordinarios que les abrieron el camino. Junto a esos nombres, aparecen en el cómic el de otros destacados alpinistas: atletas de la arista con los que coincidieron en la montaña por azar o por una expedición, algunos de los cuales, por desgracia, ya no están entre nosotros, y otros a los que consiguieron rescatar de una muerte segura, como el montañero de origen alemán afincado en Colombia, Volker Stalbhon, al que salvaron en el Nanga Parbat tras dos días de duro y arriesgado rescate, o el italiano Valerio Annovazzi, que ya aguardaba a los heraldos de la muerte en el campamento 3 del Gasherbrum II. Dos hechos que destaco, porque salvar a alguien es la experiencia más hermosa y gratificante que se pueda tener en la vida. Algo mucho más grandioso que la más imponente de las cumbres.
Páginas donde se narra el rescate de Volker Stalbhon en el Nanga Parbat Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olasagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
Páginas donde se narra el rescate de Valerio Annovazzi en el G-II Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olasagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
Por el primero de aquellos rescates, la diputación floral de Guipúzcoa les dio un premio, y ellos no tuvieron ninguna duda en compartirlo con Gerard y Rustam Ali y dedicarlo a comprar material para la recién creada escuela de montaña de Machulo. Aquel fue el germen de la Fundación Baltistán.
El germen de la Fundación Baltistán Hermanos Iñurrategi, un cómic de Ramon Olasagasti y César Llaguno Sua Edizioak y #mendifilm |
Hay una palabra en euskera, Mendimina, que define esa pasión por la montaña que no se puede explicar. «Sabemos muy bien que las aristas tienen dobles filos como las navajas, que nuestra pasión nos puede llevar a las emociones más gozosas y a los dolores más agudos», nos dice Alberto en una de las viñetas.
Homenaje a José Luis Zuluaga 'Zulu' fallecido por un alud en el Ice Tooth Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olasagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
Félix, 'Zulu', el suizo Loretan, el francés Lafaille, con el que subió al Annapurna, y tantos otros que perdieron la vida en la montaña. Pero la vida no se mide por su duración, sino por la intensidad de las emociones. «Nosotros amamos la vida. La montaña a veces nos destroza el corazón, pero es la que nos llena ese mismo corazón de alegría y de fuerza. Los momentos más hermosos de la vida, los más vivos, me los ha dado la montaña».
Alberto y Félix Iñurrategi en Un latido en la montaña Cómic de Ramon Olasagasti y César Llaguno Sua Edizioak & #mendifilm |
En Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, Alberto Iñurrategi le cuenta su historia a Shazia, una maestra de primaria de la escuela de Machulo, en el valle baltistaní de Hushé (Pakistán), que quiere recogerla por escrito para que todos sus estudiantes sepan quienes son los hermanos Iñurrategi y cómo funciona la Fundación Baltistán.
Shazia y Alberto Iñurrategi Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña |
Alberto Iñurrategi le cuenta a Shazia sus inicios en la montaña Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olasagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
¡Al Himalaya! Cómic sobre los hermanos Iñurrategi, editado por Sua Edizioak y Mendi Film Fotografía: Lucía Rodríguez |
En 1992, tras el Pumori (1990) y el Makalu (1991), vino el Everest. Allí Alberto se convirtió en el montañero más joven en lograrlo. Fueron ascensos rápidos y limpios, sin hacer trabajos de equipamiento previo al intento a cumbre, cargando con aquello que podían transportar ellos mismos, sin emplear bombonas de oxígeno. Ese estilo alpino, esa búsqueda de la pureza, será el sello de los hermanos, el ejemplo, el faro que dejarán como legado.
Como dice el escritor Koldo Izagirre, «sería triste que en este deporte los logros se midieran según la altitud de la montaña, porque en ese caso después del Everest ya no podríamos subir más».
¡Y el año que viene al K2! Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olasagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
En el verano de 1993, los hermanos viajaron a China para ascender el K2, pero la nieve estaba tan blanda que se hundían en ella hasta la cintura sin avanzar. «El cielo puede esperar», se dicen, y regresan en la primavera del año siguiente para, esta vez sí, cobrarse la pieza.
Las siguientes tendrían los nombres de Cho Oyu (1995), Lhotse (1995), Kangchenjunga (1996), Shisha Pangma (1996), Broad Peak (1977), Dhaulagiri (1998) y Nanga Parbat (1999). Este último era ya su décimo ochomil. Aún así, no les obsesionaba alcanzar los catorce. «Nunca nos interesó el coleccionismo de cumbres. En cada expedición intentábamos plantearnos algún reto: una vía determinada, la dificultad, el estilo ligero..., pero la dichosa lista de los catorce...», recuerda Alberto. Cuando a Félix le preguntaron en una entrevista cuántas les faltaban su respuesta fue que todas, cientos. «Es broma, perdona. Te refieres a los ochomiles, la gente se preocupa mucho por contarlos, pero a nosotros la cifra no nos importa. Nos importa la manera de subirlos, la vía, la estética, el proyecto. No escalamos montañas para batir marcas, sino para que nos marquen a nosotros».
Pero como les dijo Sebastián Álvaro, director del programa de televisión Al filo de lo imposible, ya habían llegado demasiado lejos. Debían completarlos, y luego seguir buscando cumbres y paredes en donde les diera la gana, a su aire.
En el 2000 conquistaron el Manaslu y el Gasherbrum II, su duodécimo ochomil. Ya saben lo que sucedió en aquel descenso, y cómo Alberto, con el piolet de Félix en la mano, se propuso conquistar la dos cimas que les restaban. El Hidden Peak o Gasherbrum I lo consiguió en 2001, llevando como compañero de cordada a Jon Beloki, que hacía su primer ochomil. Y el Annapurna en 2002, ascendiendo a este último por la dificilísima arista sureste, abierta por los suizos Erhard Loretan y Norbert Joos en 1984. Una vía que no había repetido nadie desde entonces. Una arista terrible de siete kilómetros y medio para ir, y otros siete y medio para volver. La prueba definitiva que convertiría a Alberto en un personaje homérico. En aquella ocasión, acompañó al español el francés Jean-Christophe Lafaille, otro Ulises que perdería la vida unos años después en el Makalu.
La arista sureste al Annapurna Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olasagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
Páginas donde se relata la ascensión al Annapurna de Iñurrategi y Lafaille Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olosagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
Páginas donde se relata la ascensión al Annapurna de Iñurrategi y Lafaille Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña, de Olosagasti y Llaguno Fotografía: Lucía Rodríguez |
La huella de los hermanos Iñurrategi aún perdura en el Karakórum. Su mayor legado ha sido la Fundación Baltistán, creada un año después de la muerte de Félix, volcada en mejorar la forma de vida de los habitantes del valle de Hushé.
Viñeta del cómic sobre los Iñurrategi |
Hermanos Iñurrategi. Un latido en la montaña (Sua Edizioak/#mendifilm) Cómic de Ramon Olasgasti y César Llaguno |
Entre sus acciones está la creación del sistema de regadío de Machulo para bombear agua desde el río al pueblo y distribuirla desde un depósito, a través de canales, a las terrazas y a los campos de cultivo (en este proyecto fue determinante el altruismo del ingeniero José Ramón Madinaveitia); la construcción de diez escuelas de primaria y una de secundaria; el apoyo incondicional a la escuela de Montaña de Machulo, donde reciben formación en escalada y rescate las nuevas generaciones; las becas que han permitido acceder a la universidad a algunos estudiantes; las mejoras introducidas en el cultivo, recolección, secado y comercialización del albaricoque; la aportación de dos ecógrafos, gracias a los cuales se ha conseguido reducir a cero la mortalidad materno-infantil, y más cosas que, seguramente, olvido ahora, pero que pueden descubrir en el siguiente enlace de la Fundación Baltistán.
Escuela del valle de Hushé. Fundación Baltistán Fotografía: Mikel Alonso |
Escuela valle de Hushé. Fundación Baltistán Fotografía: Mikel Alonso |
Y como complemento al cómic, les recomiendo un par de documentales, ambos dirigidos por Alberto Iñurrategi: También mañana amanecerá, Félix y ¡Hasta siempre, Félix!. Gasherbrum II, dirigidos ambos por Alberto Iñurrategi en 2001 y 2000 respectivamente. Y una entrevista que le hicieron el pasado 17 de abril en la revista digital de montaña KissTheMountain*.
*https://kissthemountain.com/revista/alberto-inurrategi/
Y nada más, desde aquí mi respeto y admiración por el legado de Alberto y Félix, los hermanos Iñurrategi. Ojalá muchos chavales lean este cómic y sientan el impulso de la montaña.
«Algunos empiezan por el impulso de la lectura de un libro de montaña; otros siguiendo la tradición familiar, pero lo nuestro fue, como para muchos otros, un inicio muy corriente y normal, el propio de quien descubre algo diferente a lo que ha vivido hasta ese momento y, sobre todo, más emocionante. No teníamos ninguna fijación por el Himalaya, quisimos seguir descubriendo nuestros límites, subir más alto, saber si seríamos capaces de superar los ocho mil metros. Querer subir cada vez más arriba es algo muy humano, muy normal. El gusto por viajar, realizar largas marchas de aproximación, la gente local, la desconexión con lo cotidiano, los miedos, la satisfacción... No sé si se puede hablar de enamoramiento, pero se trata de algo que tira mucho».
Alberto Iñurrategi
No hay comentarios:
Publicar un comentario