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Cartel de la película Sirât, del director Oliver Laxe |
Fui a ver Sirât al cine Albéniz de Málaga el día 14 de junio, al iniciar su segunda semana en cartelera –ya va por la cuarta–, con la garantía que me dan los nombres de Oliver Laxe y Santiago Fillol, director y guionistas de un film que unos días antes había promocionado con gracia su actor principal, Sergi López, en La Revuelta. Y atraído también por el plus de saber que la trama se desarrollaba en Marruecos –aunque algunas escenas estén rodadas en Teruel–.
Me senté en la sala sabiendo la sinopsis de la película: «Un hombre y su hijo pequeño llegan a una rave perdida en medio de las montañas del sur de Marruecos. Buscan a Mar, su hija y hermana, desaparecida hace meses en una de esas fiestas sin amanecer. Reparten su foto una y otra vez rodeados de música electrónica y un tipo de libertad que desconocen. Allí deciden seguir a un grupo de raveros en la búsqueda de una última fiesta que se celebrará en el desierto, donde esperan encontrar a la joven desaparecida». También sabía, porque lo había dicho Sergi López en la televisión, que ocurriría algo a mitad de metraje que cambiaría la película por completo.
Así que, durante la primera parte, sumido en la oscuridad del cine, me dejé llevar por la rave que Oliver nos había preparado, hipnotizado por el baile y la música del francés David Letellier –conocido como Kangding Ray–, figurándome en el lugar de ese padre desesperado y desvalido al que acompaña su hijo y su perra, conduciendo su furgoneta, a pesar de no tener yo carnet, por pistas de arena y de montaña, en ese road movie por rutas escasamente transitadas. Porque Sirât es un viajazo, físico y psíquico. Una aventura al reverso oscuro de la vida, una cita con la fatalidad que nos reservó el destino. El maktub, lo que está escrito y no se puede cambiar.
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Padre e hijo, interpretados por Sergi López y Bruno Núñez Fotografía: BTean Pictures |
Llegados a este punto, les diré que, si aún no la han visto, corran a verla antes de que alguien se la joda. Por que hay dos momentos en la película en los que Oliver Laxe nos conmociona, nos coge por las solapas, nos sacude y nos noquea. Si algún amigo les desveló esos momentos, no es un amigo. Táchenlo de la lista, porque le habrán matado la película y le habrán privado de dos de los momentos más sorprendentes y estremecedores del cine de los últimos años. No diré más, salvo que Sirât significa en árabe camino o sendero, y hace referencia al puente que se debe cruzar el Día de la Resurrección para llegar al Paraíso. Un puente sobre el infierno, más delgado que un cabello y más afilado que una espada.
Salí del Albéniz como se sale de algunas novelas o relatos de Paul Bowles, turbado, y durante el trayecto en moto a casa no dejé de lamentar que no se me hubiera ocurrido a mí escribir esa historia antes. Seguramente, Paul Bowles habría pensado lo mismo.
Os dejo aquí el trailer y, para los que ya hayáis visto la película, un par de vídeos en los que Oliver Laxe analiza algunas escenas del film y donde Oliver y Sergi López son entrevistados por la cadena Ser tras obtener el Premio del Jurado en el pasado festival de Cine de Cannes.
¡Véanla en pantalla grande! No se van a arrepentir. Y cuando salgan, no se la vayan a joder a nadie.
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