lunes, 23 de agosto de 2021

DE CÓMO VIAJAR POR EL MUNDO SIN SALIR DE CASA


Una historia del mundo en 500 rutas, de Sarah Baxter (Blume)
Fotografía: Lucía Rodríguez

«Como todas las drogas, viajar requiere un aumento constante de las dosis»
John Dos Passos


A estas alturas de verano, son muchos los que anhelan viajar; aunque pocos los que se atreven por culpa de esta quinta ola. El nomadeo, como dijo John Dos Passos, es una droga, y algunos llevan el mono mejor que otros. Cual metadona que alivie los síntomas, coloqué sobre el arcón de madera del salón el tomo Una historia del mundo en 500 rutas, de la editorial Blume. Lo puse allí en Semana Santa, y todavía me resisto a guardarlo, pues con él a mano no paso ni un solo día sin viajar. Y no sólo lo hago a través de sus textos, sus mapas ilustrados y sus fotografías, sino también a través de los recuerdos, pues tuve la suerte de realizar muchas de esas rutas en el pasado.

Libros sobre el arcón del salón. Fotografía: Lucía Rodríguez

 El libro de la periodista y trotamundos inglesa, Sarah Baxter, es un compendio de caminos que podemos hacer a pie por el mundo. Sendas que narran y explican la historia de la humanidad y los orígenes del planeta. Una especie de guía para viajar en el tiempo y el espacio. Un regalo para los amantes del senderismo.

Sarah Baxter. Fotografía: BBC Travel

 Las caminatas están distribuidas en seis capítulos que, partiendo de la prehistoria, avanzan en orden cronológico: el mundo antiguo, la edad media, hacia el mundo moderno, el siglo XIX y el siglo XX. Rutas con caminos definidos y medibles, con un punto de inicio y otro de final.

«Renunciar al coche, al avión y al tren nos traslada al plano de nuestros antepasados y nos permite ver el mundo a través de sus ojos. Aunque los elementos que veamos hayan cambiado a través de los milenios, caminar sobre el terreno que pisaron soldados, reyes, pioneros y peregrinos del pasado nos conecta con ellos. […] Sin duda, al ascender por la ladera de una montaña, uno puede apreciar sus prados verdes o la capa de nieve que los cubre, pero saber que toda una legión marchó antes por allí o que los pies de esas laderas inspiraron a un compositor a crear una obra maestra cambia por completo la visión del paisaje. La montaña sigue siendo impresionante, pero ahora adquiere además el prisma de obstáculo estratégico o de musa de la creación musical».

 Algunos de esos caminos están descritos de forma pormenorizada para que el lector se pueda hacer una idea precisa de lo que le puede deparar la senda, y otros apenas están esbozados «para que los pies echen a andar y la imaginación levante el vuelo».

 Las primeras rutas que le vinieron a la cabeza a su autora, a la hora de confeccionar la lista, fueron el camino del Inca –una caminata de cuatro días a través de los Andes peruanos que recorre calzadas del siglo XV hasta llegar a la ciudad elevada de Machu Picchu–, la travesía del Gran Cañón del Colorado y el camino del Muro de Berlín –esos 160 kilómetros de hormigón que rodeaban la parte occidental de Berlín antes de su caída en 1989–; sin embargo, sus favoritas son la ruta del Círculo Polar Ártico, al oeste de Groenlandia, el camino de Dana a Petra, en Jordania, el camino Costero del Sudeste, en Inglaterra, y el sendero de Hillary, en honor al conquistador del monte Everest, en Nueva Zelanda.

 ¿Mis favoritas? Pues no sabría decidir, pero me llevé una grata sorpresa al abrir el libro y ver que la primera ruta que aparece es la que lleva a la altiplanicie del Monte Roraima, en Venezuela, en donde dormí una noche de verano de 2004.

Pedro Delgado con el Monte Roraima al fondo (Verano de 2004)
Fotografía: Gonzalo Fernández

Pedro Delgado durante la ascensión al Monte Roraima
Venezuela, verano de 2004. Fotografía: Gonzalo Fernández

 También encontrarme con el acantilado de Bandiagara, en el País Dogón (Mali), que recorrí en un verano de 1997 y que dio pie a mi primer cuaderno de viaje: Al sur del Sahara (Ediciones Caligrama, 2000).

Pedro Delgado en el acantilado de Bandiagara, País Dogón (Mali, 1997)
Fotografía: Lucía Rodríguez

Pedro Delgado en el acantilado de Bandiagara, País Dogón (Mali, 1997)
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Y qué emoción al ver que Baxter había incluido el circuito del Toubkal, un recorrido circular a través de las montañas y los valles del Alto Atlas, con ascensión al Toubkal incluida, que realicé incontables veces cuando ejercía allí de guía (aunque yo solía hacer el circuito en el sentido contrario de las agujas del reloj). Por ese recuerdo que me ha traído, y porque este blog está dedicado a esa cumbre y a esas montañas que conforman los escenarios de algunos de mis relatos (Carta desde el Toubkal, Ediciones del Genal), me voy a tomar la libertad de copiarles aquí la descripción de Sarah Baxter:

Circuito del Toubkal, Alto Atlas (Marruecos)
Fotografía: Lucía Rodríguez

Circuito del Toubkal, Alto Atlas (Marruecos)
Fotografía: Lucía Rodríguez

CIRCUITO DE TOUBKAL

Alto Atlas, Marruecos

Adéntrese en territorio beréber para conquistar la cima del pico más alto del norte de África.

El monte Toubkal (4.167 metros) es el cenit de la cordillera del Atlas de Marruecos, y también el pico más alto en el norte de África.  Hasta el mes de junio de 1923, el primer ascenso oficial registrado era el del aristócrata francés René de Segonzac, un amante de las emociones fuertes. Sin embargo, es poco creíble que esta fuera la primera vez que alguien escalaba las laderas del Toubkal.
 Durante más de 10.000 años, el Magreb, una región de llanuras costeras y montañas entre el Atlántico y Egipto, ha sido el hogar de pueblos nómadas que se veían empujados hacia el norte por la desertificación del Sahara. Los amazigh, conocidos como bereberes, existen desde alrededor del 1.300 a. C. Este pueblo obstinadamente independiente se opone al control externo y es autosuficiente, incluso cuando se trata de enfrentarse a montañas inhóspitas o desiertos. Por lo tanto, parece improbable, si no imposible, que nadie hubiera escalado el Toubkal antes de 1923.
 Ascender y dar la vuelta a la montaña es uno de esos hitos que hay que conseguir una vez en la vida, pero también una inmersión el cultura bereber. Este circuito comienza en el pueblo elevado de Imlil, 60 kilómetros al sur de Marrakech. En el valle de Imlil hay campesinos autosuficientes, casas bereberes tradicionales, nogales, cerezos y ahora cuenta con una próspera industria del senderismo. En la calle principal del pueblo encontrará cafeterías que sirven té con menta a los excursionistas vestidos de Gore-Tex, tiendas que venden alimentos y papel higiénico, y la Oficina de Guías. Además, hay arrieros que gritan con la esperanza de convencer a los senderistas para que les alquilen sus animales de carga. Imlil acoge también la Kasbah du Toubkal, una antigua ciudadela convertida ahora en un confortable hotel.
 Contrate un guía en Imlil y ascienda hacia el este para completar el circuito en el sentido de las agujas del reloj. El primer reto es la larga subida en zigzag hasta el paso de Tizi n'Tamatert, a 2.286 metros, atravesando zonas de pequeños cultivos en terraza y casas de adobe. Las vistas desde el paso son impresionantes, al igual que desde los miradores que hay entre las crestas y en campo abierto de camino a la aldea de Tacheddirt. Ahí hay un refugio, pero también es posible acampar en las inmediaciones.
 Los siguientes días transcurren en una caminata maravillosa entre la naturaleza. Primero, a lo largo de un valle con pastizales hasta el paso Tizi Likemt, a 3.554 metros. Luego, la ruta visita aldeas bereberes repartidas por las laderas, azibs (refugios de pastores) dispersos y extravagantes negocios locales que venden refrescos calientes. Si se siente con fuerzas (o necesita darse un baño), en Azib Tamenzift, puede tomar el desvío que le llevará a una cascada con una refrescante, aunque helada, poza.
 Desde Amsouzerte, una recóndita población del valle, la ruta vira al oeste hacia el lago de Ifni. Ahí, el sendero transcurre bordeado de terrazas irrigadas ordenadas que contrastan con la crudeza de las laderas estériles y bloques de lava de la parte superior. Pasará por una mezquita y cafeterías acogedoras ante el lago, donde es posible acampar en una pequeña playa de la orilla.
 Desde ahí, se tiene el monte Toubkal al alcance, aunque entre usted y el pico haya aún una escarpada garganta y llanuras salpicadas de rocas inmanejables. Llegar al paso Tizi n'Ouanoums (3.663 metros) es una lucha difícil, pero el refugio Neltner, en el campamento base del Toubkal, no está lejos. Duerma bien en Neltner y levántese temprano para el tramo final a la cumbre del techo del norte de África. El ascenso Col sur es la ruta más utilizada. Es un recorrido extenuaste de tres horas, a menudo con frío y entre peñascos, hasta la marca en forma de trípode de lo alto. Sin embargo, la vista panorámica merece el esfuerzo.
 Para completar el circuito, le queda un buen paseo de regreso a Imlil. Recorrerá una mezcla de altibajos, cabañas de pastores dispersas y árboles de enebro retorcidos por el viento. También disfrutará de una última vista del Toubkal, así como del valle de Ouarzane y los precipicios de la meseta de Tazughart. En general, el circuito es de una dificultad razonable y atraviesa un terreno por momentos inhóspitos pero siempre espectacular. Es el paisaje de una tierra de aspecto completamente salvaje, que los tenaces bereberes han logrado domar.
Información
-Época: 1.300-200 a. C. (llegada de los bereberes)
-Duración: 72 km; 4-6 días
-Dificultad: moderada/alta (calor; gran altitud)
-Mejores meses: de abril a mayo; septiembre
-Consejo: se puede subir en invierno (de noviembre a febrero), pero se requieren crampones y piolet

 Y para los que somos de Málaga, es un honor que aparezca El Caminito del Rey. Eso sí, un poco más y, con todas las rutas que se pueden hacer en Málaga, nos quedamos fuera, pues somos la ruta 498 de las 500 que recoge el libro. Aquí les anoto también lo que dice la británica de nosotros:

El caminito del Rey, Málaga. Fotografía: Lucía Rodríguez

EL CAMINITO DEL REY

Provincia de Málaga, sur de España

Enfréntese a las vertiginosas cornisas del «camino más peligroso del mundo», que hoy es un poco más seguro gracias a una reforma moderna.

Bienvenidos al «camino más peligroso del mundo», o al menos el que lo fuera hasta que en 2015 las autoridades españolas invirtieron unos 2 millones de euros en renovarlo. La ruta, colgada de las paredes de piedra caliza del desfiladero de los Gaitanes, que transcurre entre el pueblo de El Chorro y el embalse de Guadalhorce, se construyó originalmente en 1905 para que los ingenieros pudieran acceder a la planta hidroeléctrica recién construida. Lo bautizaron como «balconcillos de los Gaitanes» debido a las cornisas estrechas y suspendidas a gran altura de su tramo superior. En 1921, el rey de España Alfonso XIII visitó la zona, que recibió así su nuevo apelativo de Caminito del Rey.
 Posteriormente, el camino cayó en desuso, y tramos enteros cayeron al río azul turquesa, dejando tan solo clavos de metal oxidados que despuntaban de las vertiginosas paredes de roca, a unos 100 metros de altura. Algunos valientes seguían intentando completar el camino, pero varios murieron al caerse.
 Afortunadamente, la reciente renovación ha propiciado que este trayecto lineal de 8 kilómetros sea mucho más seguro. Senderos forestales conducen a los 3 kilómetros de la aterradora sección principal, donde se han sujetado a la pared vertical pasarelas, suelos de cristal, cuerdas de seguridad y tornillos de acero, y es obligatorio llevar casco. Sin embargo, a través de los nuevos tablones de madera, todavía se pueden ver los restos del antiguo caminito que se va deteriorando por debajo del nuevo.
Información
-Época: 1905 (apertura del Caminito del Rey)
-Duración: 8 km; 3-4 horas
-Dificultad: moderada (gran altura; requiere comprar una entrada con antelación)
-Mejores meses: de marzo a junio; de septiembre a noviembre
-Consejo: el Caminito está abierto durante todo el año, pero cierra los lunes

 En definitiva, rutas de todo tipo –cortas y largas; de un día, de varios días, semanas e incluso meses; urbanas y campestres– que harán las delicias de lectores y viajeros y que, entre otras cosas, nos llevan a caminar entre montañas, ríos y volcanes, y a seguir las sendas olvidadas o frecuentadas por las que anduvieron contrabandistas, peregrinos, comerciantes, militares y exploradores.

La ruta del Che (Bolivia), que realicé en el verano de 2008
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Y como este volumen invita a la ensoñación, voy a terminar con una pregunta: ¿qué ruta les gustaría emprender cuando la pandemia pertenezca al pasado?

 Yo sueño con varias: la pista Chilkoot, que sigue el camino de la fiebre del oro entre Alaska y Yukón;  el alto Mustang; la cordillera del Pamir; el Rub' al Khali que cartografió Sir Wilfred Thesiger en la península arábiga; los bosques pluviales de Borneo, donde antiguamente acechaban los cazadores de cabezas o el sendero de Karisoke, en el Parque Nacional de los Volcanes de Ruanda, donde contemplar los gorilas por los que Dian Fossey dio su vida.

«No hay mejor modo de conocer un país que recorrerlo a pie».


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