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La larga carretera de arena, de Pier Paolo Pasolini (Gallo Nero Ediciones) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
Ahora que empezó el año, uno de mis propósitos es ponerme al día con las reseñas pendientes: libros que leí en el 2024 y, por falta de tiempo, no llegué a comentarles. Además, metidos en el invierno, me apetece hablarles del viaje que hice este verano y del libro que me incitó a realizarlo: La larga carretera de arena, de Pier Paolo Pasolini, reeditado el pasado junio por Gallo Nero con una nueva portada –elaborada, como la anterior, por Donatella Iannuzzi, la propia editora, quien con gran sentido de la estética y unas tijeras propias para el collage alterna recortes fotográficos para las ediciones, e ilustraciones para las reediciones–.
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La larga carretera de arena, de Pier Paolo Pasolini Editorial Gallo Nero |
Fue leer aquel título en el escaparate de una librería y enseguida pensar en recorrer todo el litoral malagueño desde punta Chullera hasta la última cala de Maro. Y cuando tuve el libro en las manos, y le di la vuelta para leer la sinopsis, comprendí que mi pensamiento no había sido muy descabellado e iba muy acorde con aquella lectura.
Entre junio y agosto de 1959, montado en un Fiat 1100, Pasolini recorre «la larga carretera de arena» de Ventimiglia hasta Palmi y de allí «presa de una especie de obsesión deliciosa», llega hasta el municipio más al sur de Sicilia para luego volver a remontar la costa oriental y llegar a Trieste. En La Spezia, desde donde sale hacia San Terenzo y Lerici, siente que está a punto de empezar uno de los domingos más bonitos de su vida. En Livorno no dejaría nunca «el enorme litoral lleno de jóvenes y marineros libres y felices». Y, finalmente, en el Circeo: «el corazón me late de felicidad, de impaciencia y de orgasmo. Solo con mi 1100 y todo el Sur delante de mí. Comienza la aventura».
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Pier Paolo Pasolini durante su visita a Génova en 1959 Fotografía: ©Paolo di Paolo |
Es la revista Successo la que encarga a Pasolini este reportaje que finalmente saldrá en tres partes entre julio y septiembre. En su viaje, el poeta encontrará amigos, intelectuales y personajes conocidos, se entusiasma con la gente simple de los pueblos más remotos (en Portopalo «la gente está como loca y es la mejor de Italia, raza purísima, elegante, fuerte y dulce»). Con su entusiasmo por el descubrimiento, con su mirada emocionada y aguda de futuro director toma nota de imágenes e impresiones tan potentes que nos devuelven un cuadro de la Italia de entonces, una Italia donde la explosión económica todavía no prevalece sobre la felicidad y el sueño pasoliniano de inocencia.
El fotógrafo Paolo di Paolo, que por entonces tenía 34 años, acompañó al escritor de 37 en la primera parte de aquel viaje, de Ventimiglia a Ostia, para realizar las fotografías que acompañarían el texto de Pasolini en la revista Successo; aunque el escritor no nos informa de ello en las páginas del libro, quizás porque entre ambos se estableció una relación de cortesía y no una verdadera amistad. Sí nos lo cuenta Paolo Mauri en el prólogo, y el propio Paolo di Paolo en El tesoro de la juventud, el excelente documental sobre el fotógrafo que hizo el cineasta y también fotógrafo Bruce Weber.
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Carabineros en Forte dei Marmi, 1959 Fotografía: ©Paolo di Paolo |
Tan italiano como un Fiat 1100 podría haber sido una Vespa, pero decidí recorrer la costa malagueña caminando, pues como dice Werner Herzog en su biografía, «el mundo se revela a los que viajan a pie».
Como Pasolini, cambié el ¡Cuanto más lejos, mejor! por un viaje de proximidad, lo que algunos han venido a llamar Turismo de kilómetro cero. Además, fue un viaje muy económico, pues iba con lo imprescindible, pasando las noches al raso en la playa envuelto en un saco sábana.
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1º día Senda Litoral Málaga: Playa de Sabinillas Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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1º día Senda Litoral Málaga: Torre de la Sal (Casares) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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2º día Senda Litoral Málaga: Amanecer en Estepona Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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2º día Senda Litoral Málaga: Marbella Club Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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2º día Senda Litoral Málaga: Gimnasio al aire libre (Marbella) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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2º día Senda Litoral: Atardecer en las dunas de Los Monteros (Marbella) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
En un principio iba a acompañarme uno de mis hijos, pero finalmente no le sedujo la idea de caminar durante varias jornadas entre la playa y el urbanismo desaforado de tantísimos ayuntamientos. Así que no compartimos el asombro o la decepción, ni el cansancio ni la inquietud a la noche. Viajé solo, pero, por tanto, libre. Dueño pleno del tiempo, capitán de mis pasos bajo los cielos celestes u oscuros y estrellados. Feliz ante la incertidumbre y el cansancio.
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3º día Senda Litoral Málaga: Barquito pesquero (Marbella) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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3º día Senda Litoral: Torre de Lance de las Cañas (Marbella) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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3º día Senda Litoral: Torre Ladrones (Dunas de Artola, Cabopino (Marbella)) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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3º día Senda Litoral Málaga: Calahonda Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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3º día Senda Litoral Málaga: Fuengirola Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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4º día Senda Litoral Málaga: Playa de Guadalmar Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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4º día Senda Litoral: Playa El Balneario (Málaga) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
La Senda Litoral me descubrió decenas de atalayas, coquetos fortines e interesantes mosaicos y ruinas romanas. También zonas de dunas y acantilados que son reservas naturales y dan cobijo a una flora y una fauna peculiar. Y por supuesto, playas encantadoras a las que volver algún día con una toalla y un libro bajo el brazo.
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4º día Senda Litoral Málaga: Playa Peñón del Cuervo Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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5º día Senda Litoral Málaga: Amanecer en Torre del Mar Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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5º día Senda Litoral: Virgen del Carmen (Torre del Mar) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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5º día Senda Litoral Málaga: Lagos Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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5º día Senda Litoral Málaga: Faro de Torrox Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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5º día Senda Litoral Málaga: Playa de Nerja Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
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Playa de Ferrara, El Morche (Torrox) Fotografía: ©Pedro Delgado Fernández |
La larga carretera de arena me acompañó durante mi caminata: a veces, leía una frase y pensaba que esa línea estaba en consonancia con lo que veía a este lado del mediterráneo.
[...] la arena está lisa, parece el pavimento de un salón de baile.
***
En los grandes paseos marítimos, desordenados, grandiosos, siempre se respira aire de fiesta, [...]
***
Empiezan ahora las playas de mi infancia y mi adolescencia: ya no habrá descubrimientos, sino verificaciones.
Pero al libro de Pasolini se le puede sacar más provecho desde casa, buscando en Google las imágenes de los bellos y pintorescos pueblos y ciudades que menciona, siguiendo su ruta en Google Maps o en algún atlas y poniéndole cara a las personalidades con las que se encuentra, algunas conocidas como Fellini, Moravia, Visconti o Gianni Agnelli, pero otras desconocidas para mí, como Elsa De Giorgi, Lorella De Luca, Franca Valeri o Adriana Asti.
No cabe duda: el tono, el énfasis, la alegría de estos encuentros nos remiten a un Pasolini joven que no ve la hora de salir al encuentro del mundo, sobre todo en ese Sur donde todo le parece más auténtico.
(Del prólogo de Paolo Mauri)
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Anna Magnani en su villa de San Felice Circeo, 1955 Fotografía: ©Paolo Di Paolo |
Pasolini no recorre solamente el litoral de la bota, sino que también visita sus islas, como Isquia, Capri o Sicilia, donde se baña «en la más pobre y más lejana playa de toda Italia».
Ahí delante hay un islote, todo arena y chumberas, con una torre barroca. Pregunto a uno de los jóvenes que, como siempre, están sentados en el murete: «¿Puedes llevarme a esa isla? ¿Cómo se llama?» «¡Isla de Portopalo!», responde desconcertado, quizá porque para él la isla no tiene nombre. Baja a la barca y, remando despacio, atraviesa el pequeño brazo de mar, que la luz agonizante tiñe de turquesa y rosa. Desembarcamos en el islote, al pie de la torre, y, ya casi bajo la sombra tierna y perfumadísima de la noche, me doy un baño en la más pobre y más lejana playa de toda Italia.
A veces, mi cabeza se salía del texto espoleada por alguna referencia, como cuando Pasolini describe su paso por Génova en la página 30. En ese momento, me pregunté qué habría sido de mi amigo Alfredo Maiolese, «Feissal», el genovés al que conocí antaño en Damasco. Y en el momento en que apareció Livorno en la página 45, me asaltó la atmósfera veneciana que nos envolvió a mí y a mi familia en aquella escala de nuestro crucero por el Mediterráneo. La sorpresa de encontrarnos con aquellos canales y puentes en el barrio de Venezia Nuova, que recorrimos en un barquito.
También cuando Pasolini conduce desde Reggio a Tarento y, aunque no la menciona, pasa cerca de Catanzaro, donde está de Erasmus mi sobrina Alicia. Pasolini habla del viento, de la eterna borrasca de la zona al hablar de la playa de Soverato, y recuerdo lo que me dijo mi sobrina estas navidades: que siempre hace viento en Catanzaro, como si fuera la Tarifa de Italia, algo que atestigua el dicho: «Encontrar un amigo es tan raro como un día sin viento en Catanzaro».
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Chiesa di San't Omobono, Catanzaro (Italia) Fotografía: ©Alicia Delgado Ferrary |
Y qué decir en la página 106, cuando Pasolini llega a Ancona, ciudad que, «a pesar de su triste reconstrucción», considera una de las más hermosas de Italia. Allí se celebró el Campeonato de Europa de veteranos de pista cubierta y campo a través del año 2009, en los que conseguí un 3º puesto en los 3.000 metros lisos. A ese bronce le sumé una plata por equipos en la prueba de Campo a través, donde fui 5º de la general. De aquello han pasado ya muchos años, pero la satisfacción por el esfuerzo recompensado permanece.
Tras mi caminata por el litoral malagueño, tuve la necesidad de buscar en Filmin la «Trilogía de la vida» de Pasolini, compuesta por El Decamerón (1970), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974). No las veía desde mi juventud, y temía que me decepcionaran. Pero no sólo es que hayan envejecido bien, es que me han gustado muchísimo más que la primera vez. Sin lugar a dudas, 49 años después de su vil y mezquino asesinato en Ostia, Pasolini sigue siendo uno de los grandes.
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Trilogía de la vida, Pier Paolo Pasolini |
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