miércoles, 30 de octubre de 2024

CUANDO EL VIENTO SOPLA, DE RAYMOND BRIGGS


Cuando el viento sopla, de Raymond Briggs (Blackie Books)
Fotografía: Pedro Delgado

El día 11 de octubre, el Comité Nobel Noruego concedió en Oslo el Premio Nobel de la Paz de este año a Nihon Hidankyo, la única organización nacional japonesa de los llamados hibakusha, los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, que desde entonces luchan por abolir las armas nucleares. Según los diarios, el galardón se le otorga, más concretamente, "por sus esfuerzos para lograr un mundo libre de armas nucleares y por demostrar mediante el testimonio de testigos que las armas nucleares no deben volver a utilizarse nunca".

 Parece mentira que el consenso sobre lo inmoral del uso de dichas armas esté ahora de nuevo en entredicho y que las potencias nucleares sigan modernizando sus arsenales y se usen como amenaza en algunas de las guerras que están en marcha en el mundo.

 Sin duda, por los mismos motivos que ha esgrimido ahora el Comité Nobel, hace décadas que tendría que haber sido premiado el ilustrador y novelista gráfico Raymond Briggs, la persona que mejor supo captar en el papel lo destructivo de las armas atómicas y las catastróficas consecuencias que tienen para la población y el planeta.

Raymond Briggs (1934-2022)
Fotografía: Facebook del autor

 Lamentablemente, Briggs falleció el 9 de agosto de 2022, lo que ya lo imposibilita para hacerse con el galardón. Sin embargo, Cuando el viento sopla, su obra cumbre, publicada en 1982, seguirá siendo in perpetuum el mejor documento antibelicista que podamos leer.

 El cómic, magníficamente reeditado por Blackie Books en noviembre del año pasado, respetando la traducción de la escritora y periodista Rosa Montero, vuelve a estar ahora de máxima actualidad dados los tiempos inciertos, plagados de guerras y amenazas, que vivimos. Porque el futuro no es halagüeño y la aniquilación nuclear nos llevaría hacia el Armagedón, hacen falta testimonios como los de Raymond Briggs que nos recuerden a dónde conduce la confrontación. Frente a ella, lo que el mundo necesita es más colaboración, más educación, más empatía y más libros como este.

Cuando el viento sopla (Blackie Books)
Fotografía: Pedro Delgado

 La reedición de Blackie Books, además de respetar el formato original, contiene una serie de extras que hacen aún más valioso el libro: un acertado prólogo de Paco Roca, un magnífico epílogo de Daniel López Valle y una  impagable entrevista de Paul Gravett al autor, a quien visitó en su casa de campo en la campiña de Sussex, en el sur de Inglaterra. De los dos primeros, les muestro a continuación algunos extractos:

Prólogo de Paco Roca para Cuando el viento sopla
Fotografía: Pedro Delgado

En los años 80 vivíamos a diario con el miedo a que el mundo se fuera a acabar en cualquier momento. Como presidente de los EE.UU. había un cowboy que bromeaba ante las cámaras con apretar el botón nuclear, y en la URSS teníamos, entre otros, a un dirigente de cejas extremadamente pobladas y con cara de estreñido que amenazaba a su vez con llevar a todo el planeta a una guerra nuclear. El futuro era poco halagüeño para los habitantes de este planeta, que parecía estar condenado a convertirse en un lugar estéril y desolado donde solo las cucarachas lograrían sobrevivir.
 Esta psicosis colectiva se había filtrado a las obras de ficción y centenares de novelas y películas ecologistas y antibelicistas vaticinaban un fin del mundo provocado por la sinrazón humana. [...]
 El género postapocalíptico también llegó al mundo del cómic. En los 70 un grupo de autores empezaban a ser conscientes más que nunca de que el cómic podía ser algo más que historias para un público juvenil o familiar, y ya en los 80 había llegado una gran eclosión de revistas de cómics que trataban los géneros como la aventura, la historia, la ciencia ficción... de un modo más serio y adulto. Las historias de holocausto nuclear se convirtieron de inmediato en un género muy fértil dando lugar a grandes obras como: Mundo mutante, de Jan Strnad y Richard Corben; Basura, de Carlos Giménez; Hombre, de Segura y Ortiz... La mayoría de los cómics de este tipo abordaban la devastación nuclear desde la aventura: historias épicas protagonizadas por antihéroes, personajes rudos, pesimistas y solitarios; en ocasiones acompañados en sus peripecias por chicas sexis; que luchaban contra mutantes o comunidades despiadadas por sobrevivir en un mundo hostil. Salvo algunas excepciones en el cómic francés; o en el manga como Pies descalzos de Keiji Nakazawa, en la que el autor relata su experiencia en el holocausto nuclear de Hiroshima; esto era en esencia lo que había dado de sí este género en el cómic. Cuando el viento sopla se publicó en 1982, entre todas esas historias de acción postapocalíptica el cómic de Raymond Briggs brillaba como un raro y delicado diamante. [...]
 Con su habitual estilo amable, dulce y colorido construye en este cómic una historia sobre dos personas mayores que viven plácidamente en la campiña inglesa. El autor contaba que se había basado en sus padres para crear a James y Hilda, y a lo largo del cómic, y a través de los delicados diálogos, vamos conociéndolos cada vez mejor: sus costumbres, sus rutinas, sus manías... Nos sentimos como una especie de voyeurs observando la intimidad de la pareja y poco a poco nos van enamorando. Llegamos a querer a esa pareja de jubilados como pocas veces hemos amado a unos personajes de cómics.
 [...] Queremos coger de la mano a James y Hilda y no soltarlos hasta el final de la historia. Y cuando cerramos la última página sus personajes se quedan para siempre con nosotros. Quizá sea ese el secreto que convierte este libro en una inmensa obra que perdura en el tiempo.
Cuando soplan las emociones, Paco Roca
***

Epílogo de Daniel López Valle para Cuando el viento sopla
Fotografía: Pedro Delgado
El ilustrador Raymond Briggs se sentó en la noche del 10 de marzo de 1980 frente a su televisor para ver, como tantos otros británicos, un programa informativo de la BBC llamado Panorama. La emisión de aquel día era muy especial: llevaba el inequívoco título de «Si cae la bomba». Además de entrevistar a gente de la calle y de explicar qué zonas de Londres quedarían arrasadas si, por ejemplo, la bomba cayera sobre el palacio de Westminster, Panorama ofreció a sus espectadores algo más. Mucho más: extractos de una serie de cortos preparados por el gobierno británico para informar a la población sobre qué hacer en caso de un ataque nuclear. Esos cortos eran top secret y solo debían ser emitidos si estallaba una guerra, pero el programa había conseguido hacerse con ellos. Al verlos, Briggs se dijo: «Aquí está mi próximo libro».
 Eran meses en los que la Guerra Fría había vuelto a calentarse. [...]
 El libro que Briggs empezó a imaginar una noche de marzo de 1980 vería la luz dos años más tarde. Durante ese tiempo, se supo que lo emitido en Panorama formaba parte de una campaña gubernamental llamada «Proteger y sobrevivir» que, además de películas, incluía el reparto masivo de folletos informativos y emisiones especiales de radio. El impacto en la población fue enorme. La opinión pública demandó conocer cuáles eran las instrucciones que el Estado pensaba dar en el caso, de repente creíble y probable, de un ataque nuclear y los folletos fueron publicados para calmar los ánimos, pero su efecto fue el contrario. Las instrucciones que contenían eran en ocasiones contradictorias, a menudo delirantes, y la fe en las autoridades se resintió. En este clima, Cuando el viento sopla tuvo un éxito tan grande e inmediato que fue necesario reimprimirlo antes incluso de ser publicado. Solo un año más tarde se hicieron premiadas adaptaciones a la radio y al teatro y en 1986, el año del accidente de Chernóbil y del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, apareció una película, ya clásica, con música de David Bowie y Roger Waters. [...]
Proteger y sobrevivir, Daniel López Valle

Carteles película Cuando el viento sopla (When the wind blows)
Dirigida por Jimmy Teruaki Murakami

 Yo empecé a amar a aquella pareja de jubilados, que intenta sobrevivir a un ataque nuclear soviético al Reino Unido, a través del videoclip de la canción de mi querido y añorado David Bowie, que formaba parte de la banda sonora de la película que se estrenó cuatro años después del libro.

 Y en mi segundo viaje largo por Gran Bretaña, visité el Museo del Lápiz de Cumberland, población donde se encuentra la fábrica de lápices de colores que proveía de instrumental a Briggs. Allí compré unas cajas de lápices y el clásico de la literatura infantil El muñeco de nieve, que no contenía ni una sola palabra, ni falta que le hacía, pues Briggs era capaz de contarnos una historia tierna y delicada sólo con sus dibujos. Con aquel libro, unos cuantos años después, mis hijos también comenzaron a amar la maestría de Raymond, y sus páginas y el visionado de la película en VHS se convirtió en un clásico de las Navidades junto a otros títulos.

The Snowman y los lápices Derwent
Fotografía: Lucía Rodríguez

 Pero dejen que vuelva a Cuando el viento sopla. En esa entrevista impagable que recoge el libro, realizada por Paul Gravett el 8 de mayo de 2002 en la casa de Raymond en Weston (Sussex), donde Briggs vivió durante sesenta años, el artista afirma que la mayoría de sus ideas se basan en una premisa básica: asumamos que algo imaginario es totalmente real y a partir de ahí desarrollémoslo de una forma lógica. ¿Qué vamos a hacer cuando escuchemos el aviso: «¡Ya vienen!»?

Doble página de Cuando el viento sopla, de Raymond Briggs
Fotografía: Pedro Delgado

GRAVETT: Cuando el viento sopla fue el libro con el que tu reputación dio un giro; antes, se te consideraba un ilustrador de libros infantiles puro y duro. ¿Te resultó complicado convencer a tus editores de que te dejaran abordar un tema mucho más oscuro?
BRIGGS: No, no recuerdo que hubiera ninguna resistencia.
GRAVETT: Pero el libro levantó tal controversia que incluso provocó un debate en el Parlamento.
BRIGGS: Sí, enviaron copias tanto a la Cámara de los Comunes como a la cámara de los Lores. Debió de provocar cierto escándalo. Lady Olga Maitland dijo muy indignada que era propaganda de la CNC (Campaña por el desarme nuclear) Hubo manifestaciones en las puertas del Whitehall Theatre, a 50 metros de la calle Downing, cuando hice una representación. [...]
Escritorio de Raymond Briggs en su casa de Sussex
Fotografía: Leigh Simpson (The Art Newspaper)
GRAVETT: ¿Cómo trabajas en tus historias?
BRIGGS: Cuando he ordenado mis ideas para un libro, hago un esbozo a lápiz para enseñárselo a mis editores. Esa es la parte agradable. Lo peor es planificar el espacio. Rotulo a mano todos los textos, luego los corto y los coloco –por ejemplo, en veinte paneles de bocetos para cuarenta páginas– y veo cuánto espacio ocupan y cuánto queda para los dibujos. Con Cuando el viento sopla, no paraban de ocurrírseme más ideas y tenía que rediseñar el boceto. Añadir cuatro viñetas implicaba reorganizar el resto, haciéndolas un poco más pequeñas. Cuando está todo planificado, trabajo en cada doble pliego. Dibujo a lápiz los contornos, entinto las líneas, rotulo usando una lupa, y coloreo con acuarelas y ceras. Pueden pasar dos años desde la idea original que les presento a los editores hasta que el arte final se envía a imprenta.
 Una vez llevé la cuenta del tiempo que tardaba en hacer dos páginas de Cuando el viento sopla: veinte horas de lápiz, dieciocho de tinta, veinticinco de color. Y todo eso después de meses y meses de pensar ideas, escribir y planificar. Siempre me agota el tiempo que me lleva. Me exaspera porque es laborioso, un trabajo muy esclavo para la edad que tengo. Lo que más odio es lo engorroso que resulta hacer bien el rotulado, las separaciones y las superposiciones. Hoy en día, los editores quieren que hagas toda la rotulación en capas superpuestas, pero yo me niego mientras sea sobre fondo blanco. Si es de color, hay que hacerlo para impedir que traspase el resto. Puede que no parezca tanto trabajo una vez que lo ves dentro del libro, pero cuando lo pones todo en una pared y cubre todo un extremo de tu estudio, son cientos de palabras, para haberlas escrito tú mismo. ¡Ya me estoy portando como un viejo gruñón, como siempre! La verdad es que tengo suerte de ser capaz de hacer este tipo de trabajo a mi edad. Pero cada vez me cuesta más.
Páginas 2 y 3 de Cuando el viento sopla, de Raymond Briggs
Fotografía: Pedro Delgado
GRAVETT: ¿Trabajas a gran tamaño, o en el mismo en el que se va a publicar?
BRIGGS: Siempre dibujo en el mismo. Hacerlo más grande sería aún más laborioso. Pero si lo haces más grande y luego lo reduces queda mejor. Hace que parezca mejor de lo que es. En Suiza han hecho una edición en miniatura de Papá Noel, con dibujos diminutos, y creo que queda fantástico. Las ilustraciones tienen como un cuarto del tamaño original, reducidas fotográficamente. Quedan mucho mejor, en todos los aspectos. No me había dado cuenta de que podía hacer viñetas de cinco por cinco centímetros. Así que cuando me puse con Cuando el viento sopla, pensé que usaría un gran formato y estas ilustraciones pequeñitas, porque había muchas cosas que quería poner en la obra. Y funcionó bien: no necesitas hacer viñetas tan grandes, las puedes hacer mucho más pequeñas.

 La entrevista al autor son 12 páginas de preguntas y respuestas, donde repasa su vida y su obra, acompañadas de una introducción que funciona, tras las glosas iniciales, como una pequeña y deliciosa narración:

Entrevista de Paul Gravett a Raymond Briggs
Fotografía: Pedro Delgado

A punto de cumplir los 70 y pese a haber superado ya la edad de jubilación, Raymond Briggs sigue intentando dejar de escribir y dibujar libros. Afortunadamente para todos nosotros, nunca lo consigue.
 Briggs se ha dedicado a la ilustración desde que tenía 23 años. Inicialmente se labró su carrera dibujando libros infantiles en color, un género inusual pero respetado, en el que los británicos siempre han destacado. Sus 897 ilustraciones para The Mother Goose Treasury le valió su primera Medalla Kate Greenaway en 1966. La segunda llegó en 1973, por Papá Noel. En ambos casos, premiaron sus ilustraciones, pero no sus historias: una prueba de que los jurados veían ambas cosas como aspectos totalmente separados. Escribiendo y dibujando su Papá Noel cascarrabias, adoptó la historieta, un formato que adoraba desde que era joven, pero que los círculos editoriales más elitistas de Gran Bretaña no terminaban de aceptar. Y precisamente por no estar empapado de la tradición del cómic y sus clichés, desarrolló un enfoque único e impactante. A lo largo de treinta años llenos de superventas internacionales, ha demostrado el encanto y la versatilidad del medio, en cuentos infantiles tan imaginativos como El muñeco de nieve, El mundo oculto de los cavernosos, The Bear o Ug, al tiempo que aborda temas más oscuros y personales, de la escalofriante fábula postnuclear Cuando el viento sopla a la candorosa biografía de sus padres, Ethel y Ernest. Su obra, inequívocamente británica, es un tesoro nacional que cautiva a los lectores de todo el mundo.
Casa Weston, hogar de Briggs, en una fotografía aérea
Fotografía: Leigh Simpson (The Art Newspaper)
 En cierta ocasión, Raymond contestó en un cuestionario que su posesión más preciada era su hogar. Y visitando su acogedora casa de campo de dos pisos en plena campiña de Sussex, en el sur de Inglaterra, pude ver por qué. Vive y trabaja en esa casa desde hace años, primero con su esposa, y, tras su muerte, en soledad, sin hijos ni mascotas, aunque, como el caballero que es, es muy discreto respecto a la amistad que mantiene con una señora del pueblo vecino. Llego en un perfecto día de verano, excepto por los elevados niveles de polen, que agravan su alergia, a tiempo para el café de la mañana, servido en las «temidas» tazas de El muñeco de nieve. Su cocina está llena de la vajilla de este personaje, además de guantes y paños de cocina, y aún hay más productos de Fungus y Papá Noel rebosando el baño. Como él mismo explica, ya que se los envían, lo mejor es usarlos.
Platos y tazas con dibujos de El muñeco de nieve en la cocina
Fotografía: Leigh Simpson

Memorabilia de El muñeco de nieve en el alfeizar de la ventana
Fotografía: Leigh Simpson
 Me hace una visita guiada. En el piso de arriba, en su amplio estudio, rebusca en las rebosantes estanterías para enseñarme un álbum del maestro italiano del porno, Guido Crepax, y se muestra ligeramente turbado y deliciosamente escandalizado por sus personajes espeluznantes y escuálidos. Luego me enseña los originales enmarcados –ninguno de su autoría– que llenan sus paredes. Al bajar, me cuenta que su amiga Posy Simmonds, historietista e ilustradora, además de su compañera en la nómina de la editorial Jonathan Cape, sufrió una caída horrible en sus escaleras hace unos años, lo que le recuerda que tiene que poner una barandilla en condiciones.
 En la sala de estar, hojeo su creciente colección de extraños carteles con titulares del periódico local, como la impagable promoción «¡Gane cinco pares de zapatos!». Finalmente, nos instalamos en un salón abierto en la parte trasera de la casa, que da al jardín, y nos acomodamos en los sofás.
Sala de estar de la planta baja de la casa de Briggs en Sussex
Fotografía: Leigh Simpson
Nos rodean pilas de libros en las estanterías y el resto de los muebles, incluyendo una especie de «santuario» lleno de un número alarmantemente grande de libros de Cuando el viento sopla en diferentes versiones. Después, la conversación continúa con una pinta de cerveza mientras almorzamos en un pub y, más tarde, en su coche, que me deja en la estación de tren.
 Esta entrevista se realizó el 8 de mayo de 2002, y posteriormente fue ampliada, editada y revisada por ambos.
-Paul Gravett
Páginas de Cuando el viento sopla, de Raymond Briggs
Fotografía: Pedro Delgado
PAUL GRAVETT: Me estabas diciendo que escribiste a Carl Giles.
RAYMOND BRIGGES: Sí, le escribí cuando estaba haciendo Cuando el viento sopla, porque estaba dibujando a Hitler, Mussolini, Göring y todos esos, y como crecí con sus dibujos, todas mis versiones se parecían a las suyas. Así que le escribí para preguntarle, «¿le importaría que copiara sus caricaturas?», con una línea debajo de reconocimiento. Pero el Daily Express [el periódico que publicaba a Giles] me dijo que no, que de ninguna manera. No creo que a él le hubiera importado. Creo que él mismo me contestó y me dijo: «seguro que puedes hacerlo tú mismo», que fue lo que hice al final, pero muy influido por él.

Entrevista de Paul Gravett a Raymond Briggs
Fotografía: Pedro Delgado

 Sus influencias, sus aficiones, su relación con sus padres, sus autores favoritos..., todo tiene cabida en esa entrevista, desglosada por obras y temas, que supone un complemento perfecto al título que nos presenta Blackie Books. Un libro que, conforme pasan los meses, cobra un nuevo protagonismo. Y es que lo que Raymond Briggs pergeñó, allá por 1982, sigue siendo actualidad. Es lo que tienen los clásicos.

Páginas de Cuando el viento sopla, de Raymond Briggs
Fotografía: Pedro Delgado

 El otro día escuché por azar El mundo se va a acabar, un tema de Pauline en la Playa. Una canción en la que las hermanas Álvarez, entre imágenes de bombas atómicas implosionando, nos dicen aquello de «Así o asá / hoy voy a ponerme guapa / Al fondo el mar, sonrían digan patata / Que el mundo se va a acabar / Hoy no pero acabará...»

 Y Mikel Erentxun, en el cierre de su gira en el Teatro Cervantes de Málaga, donde presentaba Septiembre, su último álbum de estudio, interpretó Tren a Marte, un tema que también hace referencia a ese fin del mundo y al planeta rojo como camino de huida. «Nos falta Bowie, nos falta Lou Reed / Nos falta Petty, no llueve en abril / Es el fin del mundo / Es el fin del mundo / En diferido y por televisión».

 Si alguna vez llega el acabose mundial, prometo despedirme con el mismo bailecito con el que el donostiarra puso punto final al concierto. No me digan que no es contagioso.


 Por cierto, mil gracias a Mikel por el espectáculo que nos brindó, y por atendernos al final del concierto después de la paliza que se dio.

Lucía Rodríguez con Mikel Erentxun (12 de octubre de 2024)
Cierre de la gira del cantante en el Teatro Cervantes de Málaga
Fotografía: Pedro Delgado

Pedro Delgado con Mikel Erentxun (12 de octube de 2024)
Cierre de la gira del cantante en el Teatro Cervantes de Málaga
Fotografía: Lucía Rodríguez

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