Makongo, una película de Elvis Sabin Ngaibino |
El festival de cine francés de Málaga, celebrado el pasado mes de octubre, programó dos películas, en su sección Focus Documental, por las que mereció la pena desplazarse hasta las instalaciones de La Térmica: Makongo y 143 Rue du Desert. Muy distintas en su realización, ambas tienen en común que reflejan realidades del continente africano y que están hechas por directores autóctonos que conocen bien la problemática que retratan.
Makongo está dirigida por Elvis Sabin Ngaibino, y ha cosechado varios premios en su paso por festivales de Europa y Canadá. El film, que se preestrenaba en España, se centra en dos jóvenes pigmeos aka, André y Albert, que viven en Mongoumba, un pueblo de la República Centroafricana situado cerca de la frontera del Congo y de la República Democrática del Congo. Ambos asisten al instituto con el sueño de acceder a la Universidad de Bangui, la capital, donde esperan obtener sus títulos de profesores. Mientras tanto, en sus ratos libres, se dedican a ir de pueblo en pueblo cargando con una pizarra al hombro, alfabetizando a los niños que viven en la selva. Estamos ante una obra de no ficción, por lo que André Ikpeou y Albert Mondogue hacen de ellos mismos en el documental, al igual que las otras personas que aparecen.
Escena de la película Makongo, de Elvis Sabin Ngaibino |
Escena dela película Makongo, de Elvis Sabin Ngaibino |
Mi amigo Silvio Testa es una de las personas que más sabe sobre la estigmatización y las dificultades del pueblo pigmeo en la región ecuatorial de África, pues está involucrado en varios proyectos que desarrollan los misioneros de la Consolata en la zona; aunque en este caso al otro lado de la frontera, en la República Democrática del Congo. Allí, en Bayenga, una localidad de la provincia del alto Uele, hay unos 24 campamentos pigmeos que viven en chozas minúsculas al borde de la selva, una floresta que las compañías madereras están destruyendo con total impunidad. Silvio viajó allí en dos ocasiones. «Programamos un proyecto de salud contra la lepra y la tuberculosis que afectaba a los poblados, y al mismo tiempo se puso en marcha con un misionero de allí un plan de etnoeducación para que los pigmeos pudieran concienciarse de su riqueza cultural (despreciada por la etnia bantú que es la mayoritaria y dominante en el país), de su sabiduría en relación a la naturaleza que los rodea y su simbiosis con ella», me contó en una ocasión.
Por todo eso, lo primero que hice esa mañana al levantarme fue enviarle un correo proponiéndole que me acompañara a la proyección. Pero Silvio no se encontraba aquel día en Málaga.
Hola Pedro,Estoy en Italia que acaban de operar a mi madre, así que nada. Estoy contento porque acaban de llamar los cirujanos que todo ha ido bien.Ya me contarás de qué va la peli. Gracias x avisarme.Un abrazoSilvio
Quizás por ello, traté de absorber a conciencia todo lo que ocurría en la pantalla. Para poder contárselo otro día con una cerveza o un café por delante. La vida austera y autosuficiente en comunión con la naturaleza; su identidad y sus costumbres; la aceptación de la muerte (impresionan las escenas del enterramiento del bebé); la globalización que se infiltra sibilinamente en esa cultura ancestral; el contraste con los que viven más allá de la selva, el choque con el capitalismo y don dinero…
Escena de la película Makongo (Rep. Centroafricana 2020) Dirección: Elvis Sabin Ngaibino |
Por si el altruismo de André y Albert no bastara, todos los años se implican en la cosecha de makingo, las orugas que se crían sobre la corteza de los árboles y que constituyen la principal fuente de ingresos de los pigmeos.
Makongo (orugas). Escena de la película de Elvis Sabin Ngaibino |
Hasta Bangui llevarán los dos protagonistas sus sacos de orugas para sacar un dinero con el que escolarizar a algunos de sus alumnos. Y uno sufrirá con ellos al verlos a merced de pícaros y timadores.
Sin duda, estamos ante una película que, por su temática, debería verse en todos los centros educativos, y junto a ella comentar la idea central con la que trabaja Silvio desde hace años: «Lejos de pensar en los pigmeos, yanomami, etc., como pueblos primitivos, tendríamos que preguntarnos ¿qué tienen estos pueblos que han sabido vivir en una relación absolutamente armónica con su entorno natural? Creo que en los tiempos que corren no es una pregunta baladí, sino una pregunta que nos sitúa a un nivel correcto de interlocución con estos pueblos, desde la humildad de saber que nosotros no hemos sido capaces de gestionar la vida en la tierra como lo han sido ellos. Es tiempo de aprender de los pueblos indígenas. Así nos lo piden ellos en el intento de salvar su existencia, así es como tenemos que dialogar con ellos para reconstruir las relaciones humanas y con la naturaleza que nos rodea».
En la pasada cumbre del clima de la ONU (COP26) que acogió la ciudad de Glasgow, uno de los líderes de la comunidad amazónica, Fany Kiuru, del pueblo uitoto, en Colombia, subrayó que no es posible lograr el objetivo de contener el calentamiento global sin ellos. «Lo que hace falta no es dinero, sino medidas concretas para asegurar que su territorio queda protegido de los intereses de la agroindustria y de otros intereses extractivistas que destruyen su hábitat, algo que pasa por aplicar restricciones a esas actividades económicas». Atendamos sus súplicas de socorro, protejamos su territorio antes de que lleguemos a un punto de no retorno.
Nota: Sobre la otra película documental, 143 Rue du Desert, dirigida por el argelino Hassen Ferhani, les hablaré en otra entrada.
Cartel del 27 Festival de Cine Francés de Málaga |
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