Procesión, fotografía de Graciela Iturbide |
Nomás leáis tantito os vais a dar cuenta de que estáis ante una gran escritora, en cuya voz retumba el eco de Juan Rulfo. Como ya hice con El llano en llamas, el libro de relatos de Rulfo que leí por el centenario de su nacimiento, releo los cuentos de la mexicana Lorel Manzano conforme los termino para que me calen en los huesos, esos huesos que según la señorita Garbancera del primer relato son más valiosos que la sangre, pues la vida misma reside en ellos.
Lorel Manzano también ejerce de traductora, y ese buscar exactamente el sentido y el peso de cada palabra transciende forzosamente en su prosa y en su lenguaje, en esos cuentos cortos e intensos donde las palabras y las acciones están sopesadas y medidas al milímetro.
Los quebrantahuesos, recién publicado en España por la editorial Cicely, es un libro de relatos ambientado en el yermo paisaje del México rural. En pueblos polvorientos abrasados por un sol inclemente. Lugares donde la crueldad y el dolor van de la mano de una sociedad machista con la que las mujeres tienen que lidiar. La impotencia, la frustración, el abuso, el incesto, la orfandad, la justicia, el castigo, la venganza y, sobre todo, la muerte son los temas que imperan en el texto: ocho relatos independientes y un cuento sabiamente fragmentado en siete partes. Suficiente para mostrarnos la realidad delirante de un país que parece ir siempre a la deriva.
Los que viven en la arena, fotografía de Graciela Iturbide |
Quizás para que la inmersión en el país azteca fuese completa, los de Cicely deberían añadirle al libro una fajita promocional que dijese «Leer con una botella de pulque o de mezcal bien fría a mano».
«Aquí no hay taco, puro trago», le dice con sorna la cantinera a Bulmaro, el milico, en Acá pura matanza, cuando tras cuatro o cinco tragos le pide algo de comer.
Bulmaro la miró rencoroso. Traigo dinero, mucho dinero, dijo. Pu's, órale, cómprese el pueblo, cabrón, respondió ella alegre. Él se tocó la pistola que llevaba en el cincho, pero el súbito rasgueo de un acordeón lo obligó a girarse.
La bebida y los teporochos (alcohólicos indigentes) discurren por sus páginas. En contraste con ellos, ese hombre que acaricia la barbilla de su mujer antes de salir de casa y que quizás ya no regrese porque alguien lo mató de dos tiros o lo hizo desaparecer. Muertos que, como las mosquitas de la fruta, llevan sus moscas a todas partes sin que las autoridades, por impotencia, incompetencia o connivencia, hagan más que agitar la mano sobre ellas. ¿Cuánta gente desaparecida por los narcos, los milicos o el fuego cruzado en México? ¿Y hasta cuándo?
Cementerio. Fotografía de Graciela Iturbide |
Novia muerte. Fotografía de Graciela Iturbe |
El crimen de la señorita Garbancera, trasunto quizás de la muerte, abre el libro con estas líneas:
La noticia corrió antes de clarear la mañana, pero no fue sino hasta el mediodía cuando la gente peregrinó en tropel al cerro del Peñón en busca de la verdad. Decían que las autoridades habían aprovechado el cumpleaños nacional para cometer el crimen: muchos no se enteraron a buena hora porque, o seguían alegando con la boca pastosa de plena borrachera, o dormían despatarrados donde los agarró el vértigo, o se la curaban en los caldos de gallina.
Avanzado el relato se mencionan dos tiros.
Recordaba a un hombre tendido en el camino. Llevaba tiempo muerto, pero de su cuerpo no brotaban gusanos sino mosquitas de fruta. Sobrevolaban una mezcolanza de mangos con flores violetas que le florecían en el estómago, atravesado por dos tiros.
Y esas dos balas van a atravesar todos los cuentos, conectándolas sutilmente.
Lorel Manzano. Fotografía: Cicely Editorial |
Lorel
Manzano, que ganó con Los quebrantahuesos el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí Amparo Dávila en 2014, posa en la foto de la solapa con la mirada altiva y la mano en
actitud sensual, como si fuese una diva de la canción o del cine
mexicano de los 50 o los 60 y estuviese a punto de lanzarse a cantar La cama de piedra, cuya letra aparece en el relato que da título al volumen.
Cantando que si de piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera, los huérfanos despiojan a los pequeños con crueles remedios de chile; embellecen los cráneos de las madres con sangre de chinches y cenizas de leña [...].
***
Los Juventinos se miraban, y en los ojos de uno el otro descubría a la madre muerta. Los cuates no supieron qué hacer con la difunta, y mientras calibraban llegaron los gusanos. La arrastraron al solar, luego a la cima del monte. Esperaron a los buitres. No llores, mejor cantemos, dijo el Juventino a su hermana. El día que a mí me maten que sea de cinco balazos y estar cerquita de ti... para morir en tus brazos.
¿Fotografiaría Graciela a los Juventinos sin ella saberlo? Fotografía de Graciela Iturbide |
El batallón infantil que dirigen los dos huérfanos (los Juventinos) contra los quebrantahuesos (convoyes de hombres armados que van sembrando la muerte y la orfandad por los pueblos), me ha recordado en algún aspecto a la película colombiana Monos, de Alejandro Landes, que disfruté en febrero de 2020 en el cine Albéniz.
Cartel de la película colombiana Monos |
Seguramente el relato de Lorel Manzano daría para otra gran película. ¿Quién sabe? El tiempo lo dirá.
Agárrala macizo, con las dos manos, ordenan los huérfanos mayores, dando el ejemplo con sus fusiles AK-47 a los pequeños que todavía escurren sus lagrimones por el remedio de chile. Los Juventinos, siempre de la mano, pasan revista al entrenamiento frente al portón de la iglesia y, de vez en vez, se trepan a una piedra gorda para observar, a través de las mirillas de las R-15, las siluetas de los quebrantahuesos contra el cielo gris plomizo. Buen augurio.
Y no quisiera terminar esta reseña sin hablar de la imagen de la portada, Xurave Kwietama, perteneciente al trabajo fotográfico que realizó la profesora de la UNAM, Angélica Jarumi Dávila López, sobre el mito del venado azul en la cultura huichol.
Portada Los quebrantahuesos, de Lorel Manzano Cicely Editorial |
Estrella se llama la cría que hizo de modelo en la comunidad wixárika de Potrero de la Palmita en Tepic, Nayarit, México, donde Angélica Jarumi Dávila investigaba «sobre cómo la mirada mágica pone en escena al ser, a la vez que este se desvela en el proceso creativo».
El mito del venado azul en la cultura huichol Fotografía: ©Angélica Jarumi Dávila López https://jarumiconjotaescena3.blogspot.com/2013/04/ |
Si quieren conocer el proyecto de Angélica Jarumi Dávila pueden visitar su blog: Jarumi con J. Tras las huellas del venado azul.
https://jarumiconjotaescena3.blogspot.com/
Y si quieren saber más sobre Lorel Manzano y su libro, les recomiendo que lean la entrevista que le hizo Pilar Gómez en la revista Librerantes:
«Quisiera apuntar que Los quebrantahuesos surgieron de una realidad muy concreta: el sexenio infame de Felipe Calderón. Que ese hombre gris, "que un triste compadrito sin más virtud que la infatuación del coraje" –palabras más, palabras menos de Borges para su Otálora–, hundiera a México en un grotesco carnaval de la muerte y llegara a jefe supremo del crimen organizado, parecía de antemano imposible. Sería tan largo contar los más de doscientos mil muertos. Niños de una guardería en llamas. Ajusticiamientos extrajudiciales con sus respectivos tiros de gracia. Las matanzas de migrantes centroamericanos. Pueblos devastados…».
***
«Para hacer una suerte de presentación de Los quebrantahuesos, quisiera pedir al lector español que traiga a la mente la imagen del ave, un poco buitre y un poco águila de gran tamaño. Quizá los han visto; ahora se encuentran en conservación en la cordillera Cantábrica y en los Pirineos. Son aves tornasol que habitan las zonas altas del mundo, sobrevolando barrancos y acantilados. Se alimentan de huesos. Así pienso este libro, el cual de algún modo emigró de mi nombre hace tiempo y ahora continúa su vuelo. Señalo esto con un dejo de melancolía, porque esas historias ya no me pertenecen. Ellas tienen un camino, una vida propia».
Por último, quiero dejarles aquí la página de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, cuyas imágenes me asaltaban durante la lectura, habiendo encontrado una instantánea de Graciela para cada uno de los relatos.
Mercado. Fotografía de Graciela Iturbide |
http://www.gracielaiturbide.org/
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