Escritos sobre naturaleza de John Muir (Editorial Capitán Swing) Fotografía: Pedro Delgado |
Aprovechando las últimas lluvias y fríos de abril, he quemado la leña que me quedaba leyendo, frente a la chimenea, el primer volumen de Escritos sobre naturaleza de John Muir. Quizás a algunos no les suene ese nombre, pero estoy seguro de que si les menciono Yellowstone o Yosemite, saben que son dos de los parques nacionales más importantes de los Estados Unidos. Pues bien, John Muir fue el primer defensor de esos espacios naturales y una figura fundamental en la creación del sistema de parques nacionales estadounidenses; hasta el punto de que este naturalista, nacido en Dunbar (Escocia) y emigrado a América a los once años con su familia, está considerado como el “padre de los Parques Nacionales”. Para mí, como para muchos, su nombre está ligado a todos esos amantes del vagabundeo campestre y de los retiros voluntarios y austeros en una cabaña de madera en el bosque: Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson, Edward Abbey y un largo etcétera a los que algunas editoriales están rescatando últimamente; entre ellas Capitán Swing que además de este volumen tiene editados los diarios de Thoreau y El solitario del desierto de Abbey, esa temporada en los cañones de Utah de potente portada que espero leer algún día.
El John Muir que nos muestra la solapa tiene el rostro y la barba pétrea de los tramperos y exploradores del Far West o de los balleneros de Nantucket.
John Muir (Dunbar, 1838 - Los Ángeles, 1914) |
Hay en ese medio perfil, en esa mirada clara y limpia que rehuye la cámara, un aura como de profeta evangélico, "una santidad laica de recogimiento y silencio". Sin duda, su credo es la Naturaleza, y sus escritos su evangelio. Estas páginas incluyen La historia de mi niñez y juventud, Mi primer verano en la sierra –en forma de diario–, Stickeen, y tres breves ensayos: Salvad la secuoya roja, Lana salvaje y Los bosques americanos.
Cualquier imbécil puede destruir un árbol. Estos no tienen la capacidad de defenderse por sí mismos o de salir huyendo.En Stickeen, narración escrita en 1909, he encontrado ecos del mismísimo Jack London, del amor que éste sentía por los perros y la vida salvaje. Incluso está ambientado en Alaska, y, como en Colmillo Blanco, el nombre del perro protagonista es el que da título al relato.
El pequeño aventurero tenía apenas dos años y, a pesar de ello, nada le parecía novedoso ni abrumador. Sin precaución, curiosidad o miedo algunos, trotaba valientemente como si los glaciares fueran campos de juego. Su cuerpo recio y abrigado parecía formar un único músculo saltarín, y resultaba maravilloso verlo saltar sobre abismos aterradores de seis u ocho pies de anchura sin mostrar preocupación alguna. Su coraje era tan inquebrantable que daba la impresión de deberse a un fallo en su percepción de las cosas, a una mera audacia ciega. Yo trataba de advertirle que tuviera cuidado, pues me había acompañado en tantas excursiones que tomé la costumbre de hablarle como si fuese un niño y pudiera entenderme.Stickeen y John Muir viven una aventura en un glaciar plagado de grietas, un lugar que me trajo a la mente mi recorrido por el glaciar de Svínafellsjökull en el Parque Nacional Skaftafell de Islandia; la misma zona en la que una tormenta, como la que sorprendió a Muir y a su perro, hizo que desaparecieran dos jóvenes estudiantes de la Universidad de Nottingham en 1953. Ian Harrison y Tony Prosser debieron caer en alguna grieta, y no fue hasta 50 años después cuando la morrena del glaciar devolvió restos de su equipo –aunque no sus cuerpos–. Pero esa es ya otra historia.
Glaciar de Svínafellsjökull, Islandia. Fotografía: Pedro Delgado Fernández |
Escritos sobre Naturaleza de John Muir, editado por Capitán Swing con prólogo de Robert Macfarlane y traducción de Ernesto Estrella Cózar y Carlos Estrella Cózar.
http://capitanswing.com/libros/escritos-sobre-naturaleza/
El dogma que declara que el mundo fue creado especialmente para el uso del hombre es una de las opiniones más extendidas entre nuestra civilización. Este parece ser, además, el obstáculo principal para la comprensión adecuada de las relaciones entre cultura y estado salvaje. Cada animal, cada planta, cada cristal contradicen este dogma de un modo evidente. Y aun así, a lo largo de los siglos, se nos sigue adoctrinando con estas ideas, cuyo resultado es que, todavía hoy, vivimos bajo la oscuridad de una gran mentira que se ha vuelto difícil de contradecir.
¡¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!!
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